Opinión, Política

Alfonso M. Becker: ¿Eres tú, padre?

הארץ המובטחת היא הבית שלך, אבא … Elucubraciones metafísicas al calor de la cerveza… Eso creo que es… Todo lo que ocurre está preordinado,  y un trago es bueno para poner en orden las ideas. Oigo la voz de los griegos antiguos, padre, desplegando sus brillantes pensamientos  sobre el destino.  El terrorífico destino, papá; horroroso […]

Por Allan Brito
Alfonso M. Becker: ¿Eres tú, padre?
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הארץ המובטחת היא הבית שלך, אבא

Elucubraciones metafísicas al calor de la cerveza… Eso creo que es… Todo lo que ocurre está preordinado,  y un trago es bueno para poner en orden las ideas. Oigo la voz de los griegos antiguos, padre, desplegando sus brillantes pensamientos  sobre el destino.  El terrorífico destino, papá; horroroso por implacable e ineludible… Toda esta grandeza merece un brindis.

Por Alfonso M. Becker

Gran consuelo es Yahweh, el gran guerrero divino que siempre ha protegido a los que sabemos de donde venimos  (tu y yo sabemos quiénes somos )  y a los que tenemos el perfecto conocimiento de hacia donde vamos…  Él es el Shaddai que te ampara, padre, y el que te defiende en todo el recorrido de tu existencia. Hasta el último día, la última hora, el último suspiro…

No te puedes quejar, padre, te dio larga vida el Shofet Haaretz que dicta sentencia, el que pasa por alto las botellas de whiskey que te has tragado cuando la alegría te embargaba,  y también cuando buscaste un rincón para expresar toda tu amargura sin que se vieran tus lágrimas… Siempre fuiste de los antiguos para ocultar el llanto y la tristeza  por tantísima mala suerte.

Dicen que los hombres no lloran y que eso es cosa de mariquitas egregios del mundo del espectáculo, hombres muy delicados y exquisitos  con teatrales depresiones amorosas por infidelidades absurdas…   Elyon,  el más bello epíteto para el que manda en el Cielo, la genuina lectura masorética de los rabinos más exigentes para interpretar y conservar la inteligente lectura de lo sagrado, te observa.  No te quita los ojos de encima, papá…

Además, padre, se suele decir en la montaña que cuando un mariquita llora es por una pena milenaria, por una injusticia de siglos hacia los que entienden el amor entre las personas del mismo sexo como algo exactamente igual en las costumbres del hogar de la familia y en la privada alcoba de los amores… Nunca he creído que Elohim rechace lo que, en privado,  es simplemente amor.

Otra cosa es el chabacano exhibicionismo que suele parecer “perverso” y asusta a los conservadores que, en buena ley, solo buscan, impresionados por el miedo,  la protección de los menores ante los pederastas que están agazapados como hienas esperando a su presa… La selva está llena de monstruos.

Es la Sodoma y Gomorra que los poderosos han desplegado como el mejor teatro del mundo para gobernar mediante el espectáculo…  Son muy listos, papá, te lo dije bien claro cuando era un joven estudiante en la universidad: “representan teatralmente el caos y todo el abanico de los pecados… Son muy poderosos los pastores que controlan al rebaño”…

¿Te acuerdas de Freddie Mercury?  Yo si me acuerdo muy bien,  papá,  nunca olvidaré  que se te caía la baba mirando aquellos vídeos que yo traía a casa como exclusiva  del rock and roll para dejar  bien claro en la familia que yo sabía señalar a las leyendas de la música con solo ver sus primeras actuaciones.  Te dije que ese tío era dinamita y que llegaría a tener más dinero que la reina de Inglaterra… Y así fue…

¿Que los hombres no lloran?  Pues serán los de cartón piedra, padre, o los del Museo de Madame Tussauds que son de cera, porque yo me he pasado la vida llorando;   incluso llorando de risa… Creo que el lenguaje poético solo se adquiere con el sufrimiento y con los escasos momentos de felicidad que actúan como bálsamo para evitar que te vueles la tapa de los sesos con la escopeta de cartuchos cuando la llamada del demonio te dice que se acabó;  y que no hay salida…

Gran invento es el destino que nos invita a preparar el equipaje metiendo en una maleta todos los errores de la vida para poder llegar a ninguna parte… Recuerdo tus ojos apagados en la lejanía y siento un pellizco en el corazón con la alternancia inconstante de tu imagen que se aleja.

La sístole de los muchos sucesos adversos, en la era española del hambre, sin el aliento o el socorro de los tuyos en la sinagoga…  Estabas tan lejos de Israel, padre,  como el zeyde, que había perdido el ovillo de Ariadna y no pudo salir del laberinto.  Lo arrestaron en una noche oscura, delante de la bobe mientras todos sus hijos pequeños dormían, y lo llevaron preso al Cuartel de la Trinidad, en Córdoba.

No se puede ni se debe  apostar… Tampoco puedo hacer quinielas con la historia  porque si la guerra civil española acribilló a balazos a mis dos abuelos… ¿Qué habría pasado con los Becker, los Panadero, los Boulanger, los Salamander… en Europa Central? ¿Y qué hubiera sido de ti, padre?   Son pocos  y miserables eventos prósperos los que has vivido… Esos que llegan y se van, que vienen y se alejan, como la vida y la muerte. Como el recuerdo y el olvido.

Sí, papá. No te puedes resistir al destino. Nadie puede hacerlo. Todos somos juguetes del viento, y el más huracanado de todos los vientos,  es el destino.  Tú me lo has dicho muchas veces cuando hemos enterrado a familiares y amigos… Las más extrañas fuerzas nos empujan hacia el fatum y nadie, para colmo,  puede escoger su final.  Encadenamiento fatal hacia la última parada.

Incalificable postura la mía al concederme, yo mismo, un barril de fría cerveza como merecido premio a mi insobornable amor por la literatura… Lo sé…  Pero es la mejor forma de cumplir con las órdenes de los hados. El obligado cumplimiento. No resistirse y cumplir, con cierto estoicismo, con los caprichos del destino.

Quizás por eso,  debido a la euforia que provoca el sentirme galardonado por mí mismo,  se alteran las palabras y hasta desaparecen del campo visual de lo que siempre fue negro sobre blanco,  o al revés…  Dicen que uno se hace viejo cuando deja la ambición en la cuneta para llegar cómodamente, ligero de equipaje,  a donde tiene que ir, dejándose llevar por Yahweh

Mirada de hijo a estas alturas…  Quién lo diría…  Ojos que te hacen expresar lo que ves, realmente conmovido, tratando de no mostrar flaqueza ante la poca diferencia entre su imagen (la del progenitor)   y la que Elohim me ha dado a mí;  la que me ofrece el Gran Jefe para un epílogo incierto…

Papá, nuestros antepasados dicen, repiten alegres, y cantan el hallelu-Yah…  La mirada hacia lo entrañable, hacia el origen de todo, con la neblina de una solitaria lágrima capaz de enturbiar la natural transparencia que envuelve el respeto hacia los que te ayudaron en los primeros pasos de la vida.

El significado categórico del vocablo adecuado para el amor como visión sobrenatural, o para el juego de palabras como juramento de honor, se manifiestan  según te refieras a las personas que amas,  o a las que te dan asco.  Ante la imagen de la familia y de los entrañable amigos, la envidia y el odio de la chusma es solo el zumbido de un mosquito envenenado…

¿Sabes por qué nos gustaba tanto “Federico Mercurio”, papá?  Yo te lo diré… Porque era la reina del bel canto, porque su voz era un instrumento de viento, porque su cuerpo y sus movimientos eran la de los hombre y mujeres de toda la historia de la humanidad; porque sus gestos eran bellísimas expresiones femeninas, porque su alma -seguramente- era la de una mujer,  y sobre todo porque era un genio de la expresión artística.

Sí, claro que sí…  Por supuesto que la palabras de Freddie Mercury  se manifiestan públicamente para adoración de los amantes de la poesía y de los que respetan a los que te pueden transmitir conocimientos; los que te pueden obsequiar con su sabiduría… Con todo el encanto de su homosexualidad;  con toda la literatura que encierran sus canciones.

También, cómo no, para alabar a Elohim y para que siempre mires a tus ancianos  padres caminar torpemente hacia la próxima Stazione Termini;  el lugar definitivo y último para la despedida… Declinar todas las formas del adiós es  enunciar un estado de ánimo o barajar la paranoia como delirio de interpretación de la existencia. El hallelu hebreo debería acompañar siempre el fin de esta historia, padre…

Así lo enseñé a mis hijos, papá…  Dicen los amigos de la peña que el Hallelujah sabe a lúpulo y a la malta tostada cuando se grita con el corazón, en el turbio y beodo territorio de la intelectualidad,  cuando nos flagelamos el alma con las bellas palabras escritas y cuando las emociones nos inundan.

¿Eres tú, hijo?  “No sé si es de día o es de noche. Ni cuándo debo estar en la cama o si es la hora de  sentarme en el jardín  para tomar el aire”…  ¿Alfonso?  ¿Eres tú, hijo?

Sí, papá,  claro que soy yo… ¿Ya no me conoces?  ¿Ni siquiera me ves?…

“Desde que los párpados se me cayeron no he vuelto a mirar el reloj”  ¿Existe  mujer más tonta que tu madre?…  “No sé para qué me pone este cacharro inservible en la muñeca  que solo marca un tiempo inventado y absurdo que no conozco ni veo”.

Pues lleva razón…  “Parece ser que no”-Me contestan las flores femeninas, rodeadas de escamas de lupulino que flotan en la rubia calma de la marea y en la espuma de la jarra, dando inconfundible aroma a la cerveza que me alegra la existencia…

¿El tiempo de qué,  y de quién?…  Pues tiene razón el viejo. Nada más falso que un reloj  y si le quedara algo de verdad a esta maquinaria pervertida, nos diría a la cara que el único tiempo verdadero es el que marca nuestro exiguo pulular por este valle de penalidades.

¿Has rezado para que me entierren en el Monte de los Olivos, hijo?  “Hazle al rabí una oferta que no pueda rechazar”…  “No metas la pata con el lenguaje de los barrios bajos, que me juego la sepultura”…

Sí padre…  Sigo tus consejos, sé que negociando con los poderosos y los que mandan  hay que mantener la boca cerrada; hacer lo que te digan; y sobre todo ser leal…

Los oscuros y tenebrosos desfiladeros del valle de la muerte se adivinan a lo lejos, donde se junta el cielo con la tierra, donde la bola naranja se difumina tras la montaña… Ya no padece, solo divaga.  Lo que distingue su silencio de otros delirios es algo tan perfecto y coherente como conseguir el estado de omnipotencia del megalómano invisible.

La incorregible reiteración de pensamientos absurdos;  el saber que está solo en la última hora y aislado, rodeado de voces que alguna vez acariciaron sus oídos.  Sus palabras, ahora, van acompañadas de alucinaciones y de algún que otro exabrupto contra los políticos, para ilustrar la despedida.  Las falsas antinomias ya no le interesan, ni a él, ni a mí…

Es Adonai el que le acompaña.  Hay momentos en la vida en los que, de pronto, cae la oscuridad  y la falta de luz  se hace eterna.  Los seres queridos dan vueltas en la noche describiendo el vuelo de las polillas…

Cuando Hashem apague la antorcha, el destino de mi padre estará en sus manos.

Y entonces no sabré si todavía está aquí,  o si se habrá marchado para siempre…

¿Eres tú, padre?

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