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Antonio A. Herrera-Vaillant: Los mochos se juntan

Los recientes disturbios en Estados Unidos confunden a quienes buscan paralelismos en cosas de otros países, y más a los que – con una imagen muy edulcorada sobre esta gran nación – creen que todo responde a grupos ideológicos foráneos. Pero esta situación norteamericana es perfectamente endógena. Por Antonio A. Herrera-Vaillant Con cincuenta estados y […]

Por Allan Brito
Antonio A. Herrera-Vaillant: Los mochos se juntan
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Los recientes disturbios en Estados Unidos confunden a quienes buscan paralelismos en cosas de otros países, y más a los que – con una imagen muy edulcorada sobre esta gran nación – creen que todo responde a grupos ideológicos foráneos. Pero esta situación norteamericana es perfectamente endógena.

Por Antonio A. Herrera-Vaillant

Con cincuenta estados y casi 330 millones de habitantes, aquí hay de todo como en la viña del Señor, y siempre ha habido extremistas y desequilibrados dispuestos a cualquier fechoría para promover sus agendas, o ventilar frustraciones personales.

Desde 1919 aquí hay un Partido Comunista, ahora muy mermado, que se integra y mimetiza con grupos que ahora llaman “progresistas”, con agendas idénticos. Todos explotan las desigualdades raciales desde 1931. Igualmente, un Partido Nazi Americano, con grupos derivados y afines, sobre todo los que promueven la supremacía de la raza blanca.

Se suma una profunda veta anarquista, enraizada desde el siglo XIX, con amplia secuela de bombardeos, incendios y asesinatos – incluso cobrando la vida del Presidente William McKinley, cuyo magnicidio fue elogiado por la también anarquista Emma Goldman, que llamó al mandatario “el presidente de los reyes del dinero y de los magnates”. Su frase de 1901 es idéntica a la narrativa “antifascista”” de quienes hoy promueven violencia.

Aquí se libró una de las más cruentas guerras civiles en la que repetidamente señalaron a Abraham Lincoln – asesinado luego por otro fanático desorbitado – como monstruo y el peor tirano de la humanidad.

A lo largo de la historia de esta nación han ocurrido cientos de violentos motines entre distintas etnias y religiones. Ha habido más de 100 casos de violencia racial masiva desde 1935, casi todos desatados por incidentes policiales – los más cruentos los de 1967 y 1968, con más de 200 muertos.

Entre las pruebas de la solidez del sistema democrático norteamericano está su capacidad de encarar y derrotar las amenazas radicales de todos los tiempos.

El persistente respeto por un sistema de derecho, por las instituciones y por los principios de la constitución hace que todas fracasen al chocar con su centenaria capacidad de reimponer la ley y el orden, manteniendo las libertades fundamentales.

Y muy desubicados andan quienes identifican a los ocasionales elementos foráneos que aparecen fugazmente en la panorámica con el meollo de una trama fundamentalmente protagonizada por los propios norteamericanos.

Es banal buscar culpables externos cuando cada país tiene su propia cuota de mal nacidos: Apenas hay mochos que se juntan para rascarse.

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