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¿Cómo será nuestro sistema solar en el futuro?

La historia de nuestro sistema solar comenzó hace unos cinco mil millones de años; hoy, el Sol es una estrella de mediana edad, de la que los científicos calculan que ha transcurrido la mitad de su vida. Esto quiere decir que a nuestro astro le quedan otros cinco mil millones de años por delante, antes […]

Por Allan Brito
¿Cómo será nuestro sistema solar en el futuro?
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La historia de nuestro sistema solar comenzó hace unos cinco mil millones de años; hoy, el Sol es una estrella de mediana edad, de la que los científicos calculan que ha transcurrido la mitad de su vida. Esto quiere decir que a nuestro astro le quedan otros cinco mil millones de años por delante, antes de que se enfríe para siempre, congelando también toda la vida sobre la Tierra, y desbaratando la estructura de los ocho planetas y demás cuerpos que orbitan en torno a él.

Por Redacción Miami Diario

Dentro de unos cinco mil millones de años, el Sol agotará el combustible que le permite continuar generando energía, que llega a la Tierra en forma de luz y calor. Esta energía se produce por un proceso que conocemos como fusión nuclear (en la Tierra, usamos un proceso ‘hermano’, la fisión nuclear, para generar energía). El Sol fusiona sin parar en su núcleo átomos de hidrógeno para dar lugar a helio, como si se tratase de una máquina que no cesa de trabajar. Así funciona la ingeniería de las estrellas.

Pero, como en cualquier motor, el combustible no es infinito. Llegado a la senectud, el Sol terminará sus reservas de hidrógeno, con lo que tendrá que comenzar a fusionar átomos de helio en su lugar. Cuando esto suceda, tal reacción física le proporcionará más energía, que hará que el Sol comience a sobrecalentarse a cientos de millones de grados centígrados, y también a expandirse. Las estrellas son la única cosa que se calienta antes de enfriarse, dando paso a una gigante roja.

Las gigantes rojas, pues, son estrellas en los estertores de la muerte. Durante su transformación, el Sol aumentará de tamaño. Tanto es así que alcanzará las órbitas de Mercurio, Venus y, probablemente, la Tierra. Nuestro astro rey, que otorga vida, también reparte la muerte, puesto que se tragará, literalmente, buena parte de los rocosos planetas interiores.

En su último aliento, el Sol se desprenderá de sus capas exteriores, pero no explotará en forma de supernova. Existe consenso científico acerca de que el Sol no es lo suficientemente grande como protagonizar este espectacular final, propio de estrellas de un tamaño mucho mayor. Si este fuera el caso, probablemente los elementos químicos complejos que dejase atrás esta explosión acabarían formando una nueva estrella y nuevos planetas, como de hecho creen los científicos que ocurrió en el nacimiento del sistema solar.

Pero, en el final, la gravedad hará que el Sol colapse sobre sí mismo, para dar lugar nada más que a un pequeño núcleo del tamaño de la Tierra, una enana blanca; un mero y frío cadáver del otrora poderoso astro que es todavía nuestra estrella.

¿Qué le ocurrirá a la Tierra?

Ya hemos mencionado cómo es probable que el anciano Sol, convertido en gigante roja, se expanda tanto como para alcanzar la órbita de la Tierra, pero no está claro si las capas exteriores del Sol llegarán a ‘tragarse’ a nuestro planeta, desintegrándose en su interior; otra posibilidad es que este desplace su órbita conforme el tamaño del Sol aumente. Por último, si la Tierra llegase a sobrevivir a la agonía de nuestra estrella, es posible que la órbita se deshiciese, hasta que nuestro hogar quedase a la deriva por el espacio como un cuerpo inerte; o bien las órbitas de los planetas rocosos se vuelvan tan caóticos que puedan chocar unos con otros.

En 2009, astrónomos del Observatorio de París publicaron en la revista Nature que la Tierra podría terminar su existencia chocando con Mercurio, Marte o Venus; o bien que Mercurio y Venus se fundan en un único ‘superplaneta’.

Por supuesto, mucho antes de que esto suceda, la Tierra habrá dejado de ser compatible con la vida, debido al insoportable clima que se produciría por el aumento de tamaño de nuestro Sol. Los océanos se evaporarán y la roca se fundirá. Nuestro planeta, hoy un vergel verde y azul rebosante de vida, podría quedar reducido a lo que fue en su nacimiento: un mar de lava recubierto de una atmósfera tóxica.

En cuanto al ser humano, cinco mil millones de años es una eternidad comparada con la brevísima historia de la civilización. Muchos científicos, especialmente los más visionarios, trabajan con la idea de que el ser humano deberá abandonar la Tierra, mucho antes de que deje de ser habitable. Ya lo advertían célebres genios como Stephen Hawking. Para dentro de unos cuantos cientos de años, es posible que contemos con la tecnología necesaria para abandonar nuestro hogar planetario y colonizar nuevos espacios en el sistema solar, o fuera de él. En cualquier caso, para cuando el Sol muera, el ser humano podría haberse extinguido mucho tiempo atrás, e incluso, también otras criaturas que habrían dominado la Tierra después.

¿Y el resto de planetas y lunas?

La funesta noticia de la desaparición de nuestro Sol podría ser recibida con agrado por parte de otros cuerpos del sistema solar, al menos, por un tiempo limitado. El crecimiento de tamaño de nuestra estrella en su transformación a gigante roja implicaría que la zona de habitabilidad se desplazaría. Si bien la Tierra quedaría entonces demasiado cerca del astro como para ser compatible con la vida, podrían comenzar a serlo otros cuerpos rocosos del sistema solar, como ocurre con algunas lunas de Saturno y Júpiter, hoy demasiado fríos para albergar la vida tal y como la conocemos.

Fuente: Muy Interesante

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