Opinión

El milagro de ser felices se encuentra a pocos clicks de distancia

Nos encontramos en un paradoja al momento de la historia occidental. Un notable universo de las personas se encuentran en un contexto marcado por el consumo exagerado de productos, servicios y experiencias que terminan quitándoles paz mental y les generan stress y a la par buscan diversos placebos espirituales, prácticas sanas y naturales y espacios […]

Por Allan Brito
El milagro de ser felices se encuentra a pocos clicks de distancia
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Nos encontramos en un paradoja al momento de la historia occidental. Un notable universo de las personas se encuentran en un contexto marcado por el consumo exagerado de productos, servicios y experiencias que terminan quitándoles paz mental y les generan stress y a la par buscan diversos placebos espirituales, prácticas sanas y naturales y espacios de conexión con estadios que les sumen paz mental y combatan dicho stress.

Por Cristian Kuklis /Fundador y Director de Centras RH

Vivimos lógicas relacionales con nuestros pares seres humanos marcadas por una alta toxicidad. Los vínculos con otras personas son en una dosis considerable, virtuales.

Nuestros diálogos son en su mayoría a través de una aplicación, nuestros saludos o muestras de afecto son diferentes variantes de “likes”, nuestros hogares sumaron naturalmente diversos y “útiles” dispositivos electrónicos, nuestra percepción de lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, lo ético y no, la noción de felicidad e infelicidad es tamizada por los filtros del marketing, la manipulación de las pantallas, de lo visible, de la puesta en escena que consciente o inconscientemente establecemos para exponer nuestra máscara social virtual, nuestra carta de presentación al mundo.

Somos jugadores, en definitiva, jugadores que nos desenvolvemos en un juego social.

Jugamos a que somos increíbles, una mezcla de divertidos y ocurrentes; somos fascinantes.

Viajamos mucho, hacemos muchas cosas y leemos muchos libros (o al menos nos fotografiamos con ellos). Nos sacamos fotos saltando (eso nunca entendí por qué), bebemos rodeados de amigos (muchos y son todos fabulosos), nos pasan cosas divertidas todos los días, somos muy atractivos, nos va bien, surfeamos muy bien la vida, amamos mucho y nos aman más aún.

Jugamos a que nos desenvolvemos de una manera fluída, simple, cool. Jugamos a que vivimos.

La aceptación de nuestro estilo de juego por parte de los otros jugadores, es lo más importante.

Poco importa que tanto filtro le hemos puesto a esa foto. ¿Qué importa si el cielo no se veía así en realidad? Tampoco importa cuánto tiempo contemplé el cielo, ni si me hizo bien contemplarlo, si me generó sensaciones o reflexiones de algún tipo. No. Lo importante es registrar ese cielo, editarlo, hacerlo envidiable, exponerlo y aguardar los likes de los otros jugadores. Uno, dos… quince likes!

¿Alguien dijo cien likes? ¡Cien personas creen que soy feliz!, ergo: ¡SOY FELIZ!

Ojalá realmente el juego se delimitara solamente a paisajes apócrifos. Ojalá sea simplemente que fotografiamos un cielo azul y en un click lo convertimos en turquesa. Sería sólo una tonta lúdica manera de perder el tiempo sin consecuencias reales, sin relevancia.

Lo que es preocupante es como jugamos con las personas y con nosotros mismos. El juego devora la vida, y la vida se pone a disposición del juego.

No importa que tan frustrados estemos con una pareja, cuánto suframos, cuánto hayamos permitido que nos faltara el respeto. Un “Te amo” en Facebook con una foto que muestre ternura será suficiente para activar la aprobación social y ganar una vida en el juego.

Subamos a las redes la fotografía salvadora y aguardemos el milagro. ¡El milagro sucederá!

“Lindos!” “Se ven hermosos juntos” “Mi pareja favorita!” nos convertirá en lindos. hermosos (juntos) y la pareja favorita de alguien, o sea, de los otros, o sea, del mundo, o sea: ES VERDAD.

No importa que trabajes en un empleo aburrido, desmotivante, con malos tratos. Tenés la opción de comunicar en las redes sociales que es una genial manera de ganarte la vida. Podés mostrar un obsequio que obtuviste en la fiesta de fin de año a la que en realidad no querías ir. Y el milagro que propone el juego de la comunicación virtual también sucederá.

Yo mismo he desarrollado mi máscara de personalidad en base a una imagen con algunas dosis de filtros de instagram.

Sólo como ejemplo, recuerdo que cuando fui a un picnic en la torre Eiffel luego mostré fotos que se veían bien. No recuerdo haber contado que tardé mucho hasta encontrar un espacio del parque sin botellas rotas y avispas asesinas.

Tampoco que para entrar al parque me revistaron como si fuera un terrorista y que a dos metros nuestro merodeaban policías militares con ametralladoras y caras de tener ganas de usarlas. Eso lo guardé para mi. Pero estando allí, cuando descubrí un momento potencialmente feliz lo registré, edité y compartí.

Y el milagro por supuesto también sucedió en mi caso: Mis colegas jugadores aprobaron la experiencia y… ¡Bingo! FUI FELIZ.

No busco desenmascarar estrategias de mis colegas jugadores ni autoflagelarme por las mías. Simplemente creo que vale la reflexión para no dejarnos ir en la poderosa automatización vincular que impone la modernidad líquida como explicaba Zigmunt Bauman.

Tampoco esta reflexión es un elogio al egoísmo y pretender no comunicar nuestras experiencias como defensa al líquido paño donde jugamos la vida. Es en realidad una revalorización de la búsqueda de nuestra propia necesidad y derecho de definir nuestro verdadero ser. Es aceptar, comprender y desarrollar una identidad más cierta, nuestra propia verdad. No dejarla de lado, no desconocerla, no acallarla mientras trabajamos arduamente en nuestra imagen hacia los demás.

Es traernos al núcleo, a la comprensión de la vida real. Con nuestros miedos, dudas, mediocridades. Y también nuestros hallazgos y genialidades, por supuesto. Registrar en nosotros el paisaje de nuestra vida sin filtros. El contacto con el otro con amor genuino, en la experiencia completa, con errores, con mala suerte, incluyendo en la historia también a las cosas que salen mal o cuando estamos tristes.

Es, simplemente, tomarnos el tiempo para tener consciencia plena de la vida, y aceptarla tal cual es.

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Centras RH es una consultora de recursos humanos orientada a las estrategias de negocio de nuestros clientes. Con sede en Buenos Aires, Argentina, desde el año 2008 hemos desarrollado proyectos en varias provincias de nuestro país, también en América Latina, Estados Unidos, España y China. Somos especialistas en selección, research & hunting. Diseñamos, dictamos capacitaciones y asesoramos sobre management, recursos humanos & emprendedorismo. Somos Coachs de carrera y asesoramos a ejecutivos en decisiones de marketing personal y reinserción laboral.

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