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“El padre” es una cuidada representación de la demencia con potentes interpretaciones

“El padre”, ahora en los cines, es un drama familiar sobre el cuidado de un ser querido con demencia que manipula la realidad para contar la historia desde dos puntos de vista muy diferentes: los cuidadores y el paciente Pero pocos se han adentrado de forma tan profunda y desconcertante en los recovecos de una […]

Por Allan Brito
“El padre” es una cuidada representación de la demencia con potentes interpretaciones
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“El padre”, ahora en los cines, es un drama familiar sobre el cuidado de un ser querido con demencia que manipula la realidad para contar la historia desde dos puntos de vista muy diferentes: los cuidadores y el paciente

Pero pocos se han adentrado de forma tan profunda y desconcertante en los recovecos de una mente deteriorada como “El padre”, un nuevo y poderoso drama de cámara construido en torno a una hipnotizante interpretación principal de Anthony Hopkins.

Anthony Hopkinses un antiguo ingeniero de ochenta años con un lujoso apartamento en Londres lleno de arte y música. Lo que le falta es un cuidador, alguien que se asegure de que come, toma sus pastillas y está cómodo, ya que la demencia hace que su comportamiento sea cada vez más imprevisible.

A veces suele ser encantador, otras veces enfadado, confuso y controlador, y siempre convencido de que alguien le ha robado su preciado reloj de pulsera, ha asustado a una serie de cuidadores. “No necesito a nadie”, brama en señal de negación. Su hija Anne (Olivia Colman) se ha trasladado para gestionar la casa, pero se va a trasladar a París y necesita encontrar a alguien que cuide de su padre.

Este es el escenario. A partir de ahí, el director Florian Zeller, coautor del guion junto a Christopher Hampton, alterna ingeniosamente entre las realidades: la historia de Anne y la forma en que Anthony ve lo que ocurre en su querido apartamento.

“El padre” es un sensible retrato de una mente que falla, anclado en una actuación imponente y emotiva de Hopkins. El ganador del Oscar se ha labrado una carrera interpretando a personajes grabados en hielo, fríos y tranquilos.

Se trata de una interpretación que a menudo resulta difícil de ver, pero su control del personaje, especialmente en los desgarradores momentos finales de la película, cuando las vidas reales e ilusorias de Anthony se cruzan, es asombroso.

Coleman aporta sutileza y calidez a la sufrida Anne, pero es Imogene Poots quien saca el máximo partido a su pequeña, pero maravillosamente escrita escena. En el transcurso de unos pocos minutos, cae presa del encanto de Anthony sólo para sentir la mordedura de su lengua venenosa, navegando por una gama de emociones y reacciones como un personaje en fuga de una obra de Edward Albee.

El éxito de “El padre” no radica en la complejidad estructural de la narración, sino en las interpretaciones que destacan más allá del relato para encontrar la humanidad de la situación.
 

 

Con información de NPR

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