Opinión

Juan Carlos Sánchez: La hora de la responsabilidad

La llegada casi simultánea del coronavirus a Asia, Europa y América pone de manifiesto la amenaza que representa este virus que comenzó su acción en China en la ciudad de Wuhan, a finales del 2019, bajo el hermetismo del gobierno comunista de Pekín. Por Juan Carlos Sánchez En tan solo dos meses el Covid-19 se ha […]

Por Allan Brito
Juan Carlos Sánchez: La hora de la responsabilidad
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La llegada casi simultánea del coronavirus a Asia, Europa y América pone de manifiesto la amenaza que representa este virus que comenzó su acción en China en la ciudad de Wuhan, a finales del 2019, bajo el hermetismo del gobierno comunista de Pekín.

Por Juan Carlos Sánchez

En tan solo dos meses el Covid-19 se ha propagado de forma súbita debido a la falta de previsión de los diferentes gobiernos en el mundo, expuestos a las trampas de la globalización.

Ante el avance de la pandemia, los países no han podido contener el brote en sus fronteras. El hecho de que entre Europa y EE. UU. se contabilicen más de un millón de contagiados en tan poco tiempo demuestra hasta qué punto es necesario aplicar con urgencia protocolos y medidas más eficaces de prevención, si es verdad que algo hemos aprendido de epidemias anteriores ante el reto de asumir una gestión seria para frenar una emergencia de primer nivel.

Según la OMS, el problema radica -como pasó también con la epidemia del ébola- en que la enfermedad del coronavirus no se detecta a tiempo. Ello explica que, a falta de suficientes pruebas de diagnóstico y de una red sanitaria solvente, su contagio se encuentre fuera de control y su rebrote vírico esté bajo sospecha, incluso en aquellas zonas donde parecía que estaba contenido.

Por ello, y aunque los expertos recomienden seguir las instrucciones habituales en estos casos (distanciamiento social, detección de los focos de infección, control de los contactos y de las posibles rutas de transmisión, cuarentena), todas las precauciones que se tomen son pocas.

La prioridad es detener los contagios masivos, acelerar las pruebas para detectar el virus y aislar y dar cuidados a los enfermos, especialmente aquellos que sufran un agravamiento de los síntomas.

Los sistemas de salud deben ofrecer a los ciudadanos una gestión ordenada y eficaz. Y para ello, es necesario elevar la producción de medicamentos, pruebas de diagnóstico, equipamiento médico, material de protección personal y otros equipos esenciales para el personal sanitario y la sociedad en su conjunto.

Estamos ante una seria amenaza pandémica que no es la primera ni será la última. De ahí que la intervención temprana sea tan fundamental como la implicación de las comunidades locales en las tareas de preparación y localización de posibles focos y cura de infectados.

No menos importante en esta ofensiva sanitaria es la actuación de las personas, ya que de su comportamiento y su concienciación depende el éxito de este desafío.

Protegerse del contagio cumpliendo con las indicaciones de distancia social, el lavado frecuente de las manos, evitar salir de casa innecesariamente, el uso de mascarillas (aunque sean caseras, elaboradas con los medios al alcance), constituyen actuaciones necesarias para detener la propagación descontrolada del virus. Y nadie mejor que los ciudadanos para poder llevar a cabo esta tarea.

También resulta imprescindible que los medios de comunicación sean conscientes de su responsabilidad, cuando se exige información veraz, oportuna y seria. Son ellos los que pueden informar a la población de lo que está ocurriendo, y en estas circunstancias es deseable y moralmente recomendable despojarse de la politización que desde hace años envuelve cada noticia, para ofrecer además de estadísticas de última hora, entrevistas con profesionales, los esfuerzos solidarios y otro tipo de informaciones que sean de utilidad, sobre la base de un complejo panorama que afecta la vida de cada comunidad.

Es el momento de contar la verdad y la gravedad de lo que está sucediendo sin dejar de dar esperanzas, destacar los esfuerzos solidarios de diferentes personas y colectivos, de mostrar los casos de recuperación y los ejemplos de países como Alemania, Corea del Sur o Japón, por solo citar algunos, que han logrado contener la enfermedad actuando de forma disciplinada y con un alto sentido del valor de las acciones individuales para el beneficio común.

En este sentido, y después de pasar por experiencias como el virus de la gripe aviar o del síndrome respiratorio agudo (SARS), la conciencia del riesgo no debe ser motivo para reacciones histéricas o desproporcionadas; más bien se debe alentar a la prudencia y establecer prioridades informativas, sin generar alarmas sociales y desde un ejercicio pedagógico de la enfermedad y de los procedimientos sanitarios, para que la población reciba la información que requiere, sin descuidar la seguridad de los profesionales.

Ahora más que nunca, es necesaria la cooperación internacional a fin de frenar la expansión de este virus extremadamente infeccioso. Y para ello hace falta el compromiso y la transparencia de todos los países afectados y especialmente del gobierno chino -que ocultó la enfermedad desde el inicio y que no ha revelado toda la información sobre el virus- para combatirlo desde la raíz.

Existen motivos suficientes para tomarse en serio esta pandemia que se ha cobrado cerca de 70 mil vidas en todo el mundo, según las cifras reveladas hasta la fecha. Mas allá de pronósticos apocalípticos, los estados de emergencia decretados por los diferentes gobiernos suponen un firme llamamiento a la seguridad de los ciudadanos de cada país donde ha llegado el Covid-19.

Es el momento de demostrar la seriedad con la que los gobiernos federales, los políticos sin importar las ideologías, los estados, las instituciones y las comunidades pueden trabajar juntos, sin escenificar ajustes de cuentas, desgastes partidistas ni acusaciones cruzadas en errores de gestión, sino de aunar esfuerzos y ser eficientes cada día para que el mundo se recupere lo antes posible de la pandemia.

Los investigadores y los médicos se encuentran inmersos en probar fármacos eficaces para combatir o paliar los efectos del coronavirus; las autoridades gestionan el problema sanitario y toca a los ciudadanos asumir su compromiso cívico.

Es deber de las familias, organizaciones y empresas actuar responsablemente frente a esta situación.

Parece sólo cuestión de tiempo que el virus contamine a África y otros países más pobres y en desarrollo, con consecuencias catastróficas para la población y la economía de estas regiones indefensas. Deberíamos todos juntos sumarnos en este imperativo empeño.

Está en nuestras manos controlar cuanto antes la enfermedad, evitar a toda costa la saturación de los hospitales y curar a los contagiados para volver a la normalidad.

En estas horas difíciles, nos ratificamos en la defensa de las libertades civiles y los derechos fundamentales de cada persona. Sin que ello ponga en riesgo la seguridad y el bienestar de todos. No hay tiempo que perder.

(*) Analista y consultor

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