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La otra cara de la COVID-19: la inseguridad alimentaria en el sur de Florida

 Los más de 100 voluntarios del banco de alimentos Feeding South Florida y su director, Paco Vélez, ven crecer el número de personas que buscan su ayuda a medida que la pandemia se extiende. Hoy son más de 1,3 millones y la “desesperación” se lee en las caras de los “nuevos” pobres. Por Redacción Miami […]

Por Allan Brito
La otra cara de la COVID-19: la inseguridad alimentaria en el sur de Florida
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 Los más de 100 voluntarios del banco de alimentos Feeding South Florida y su director, Paco Vélez, ven crecer el número de personas que buscan su ayuda a medida que la pandemia se extiende. Hoy son más de 1,3 millones y la “desesperación” se lee en las caras de los “nuevos” pobres.

Vélez, nacido en Eagle Pass, en la frontera de Texas con México, de donde procede su familia, dirige desde hace ocho años este banco de alimentos que distribuye 4 millones de libras (1,8 millones de kilos) de alimentos a la semana en la zona que hoy en día es el epicentro de la COVID-19 en Estados Unidos.

LA NECESIDAD NO ES NUEVA

“Desgraciadamente” la inseguridad alimentaria no es algo que haya surgido con el nuevo coronavirus en los condados de Miami-Dade, Broward, Palm Beach y Monroe. Siempre ha habido “necesidad”, señala en una entrevista con Efe.

Antes de la pandemia, Feeding South Florida, una organización benéfica existente desde 1981, proporcionaba alimentos a unas 760.000 personas y ahora son 1,3 millones y la cifra va en aumento.

De los 10.347 nuevos casos de COVID-19 contabilizados hoy en Florida, 2.797 corresponden a Miami-Dade, 1.625 a Broward y 641 a Palm Beach, y 32 de las últimas 90 vidas que se cobró la enfermedad se produjeron en esos tres condados.

La cuenta total de la enfermedad en Florida desde el 1 de marzo se sitúa en 360.394 casos positivos y 5.181 fallecimientos.

Esas cifras son solo una cara de la pandemia. La otra es el deterioro de las condiciones de vida de miles de personas que han perdido sus empleos en el torbellino económico causado por el coronavirus.

Su situación aún puede empeorar, pues por ahora se benefician de una moratoria en los desahucios por no pagar alquileres o hipotecas en Florida y de las ayudas del Gobierno.

Esas ayudas finalizarán el 31 de julio si no se aprueba otro paquete y la moratoria de deudas inmobiliarias no va a ser eterna.

LA MITAD SON LATINOS

“Aproximadamente la mitad de las personas que recibimos son latinos y un 45 % del total son personas que antes de la pandemia no habían tenido que recibir ayuda alimentaria”, subraya Vélez, de 46 años, quien, antes de venir a Florida, trabajó 12 años en un banco de alimentos en San Antonio (Texas).

Antes fue parte del servicio de atención al cliente en la cadena Walmart y de niño monaguillo para una parroquia católica. Servir a los demás es su “destino”, algo que lleva dentro y que, según dice, le da muchas satisfacciones pero también algunas “frustraciones”.

“Hay mucho que hacer y no tenemos los suficientes recursos”, dice Vélez, quien un día tuvo que rechazar 200 o 300 automóviles porque no había suficientes alimentos, aunque eso no volvió a pasar nunca más, según recuerda con pesar.

Para evitar contagios del nuevo coronavirus, las personas que necesitan ayuda de Feeding South Florida tienen que hacer fila con sus vehículos en los lugares anunciados, a veces durante muchas horas, y los voluntarios les ponen en el baúl los alimentos sin que ellos se bajen siquiera.

Vélez dice que no sabe de ningún voluntario contagiado. Todos cumplen con las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Sí han tenido que cerrar algunas oficinas repartidas por el sur de Florida debido a una posible exposición al virus.

Los donantes son agencias del Gobierno, las fincas agrícolas de la zona y supermercados y otras compañías, además de particulares que donan efectivo, con el que Feeding South Florida sale a comprar alimentos por todo el país.

Vélez dice que la última compra fue por un millón de dólares.

LOS “NUEVOS” POBRES

Cuando se le pregunta si están escasos de donaciones, Vélez responde: “En este momento todavía no, podemos estarlo en cuatro o seis semanas si no continúan las donaciones como hasta ahora”.

“La desesperación y el miedo, más que la vergüenza, se ven en las caras de los que llegan por primera vez” a las filas de reparto, dice el director de Feeding South Florida.

Son cabezas de familia que han perdido uno o los dos sueldos que percibían y no saben cuándo van a poder volver al trabajo ni cómo van a poder pagar las cuentas del hogar, relata. “Es un momento muy difícil para ellos”, agrega.

Vélez pide por ello a los que aun tienen “la suerte de tener trabajo que ayuden a la familias que están sufriendo”. La mejor manera de hacerlo es siendo voluntario, pero donar dinero también sirve.

Cuando se le pregunta cuánto cree que durará esta situación de emergencia afirma que puede “continuar hasta octubre o noviembre”, pero advierte que las familias del sur de Florida van a sentir los efectos por “otros 12 o 18 meses”, una vez terminada la pandemia.

“Nos va a afectar como nos afectó la recesión de 2008”, asevera.

Feeding South Florida no solo entrega alimentos, también ha creado una cocina en la que se preparan comidas para personas de la tercera edad, enfermos y otras personas que no pueden hacerlo por si mismas.

Se inauguró a comienzos de este mes en Boynton Beach (Palm Beach) y ya hay planes para abrir otras en Miami-Dade y Broward.

La cocina de Feeding South Florida sirve también para formar a personas que quieren trabajar en restaurantes o poner su propio establecimiento de comidas cuando termine la pandemia. “No solo les damos pescado, les enseñamos a pescar”, dice con orgullo.

Fuente: El Diario

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