Opinión

María del Carmen Taborcía: ¡Gracias, Voltaire!

François-Marie Arouet (1694-1778), nació en París, Francia, y desde muy joven empezó a escribir. Su pluma satírica siempre le ocasionó problemas, como ocurrió al burlarse de Felipe de Orleans, regente del sucesor de Luis XIV, por lo que fue encarcelado en La Bastilla; al salir de prisión y ser desterrado comenzó a hacerse llamar Voltaire. […]

Por Allan Brito
María del Carmen Taborcía: ¡Gracias, Voltaire!
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François-Marie Arouet (1694-1778), nació en París, Francia, y desde muy joven empezó a escribir. Su pluma satírica siempre le ocasionó problemas, como ocurrió al burlarse de Felipe de Orleans, regente del sucesor de Luis XIV, por lo que fue encarcelado en La Bastilla; al salir de prisión y ser desterrado comenzó a hacerse llamar Voltaire.

Por María del Carmen Taborcía

En muchas de sus obras defiende la libertad de pensamiento y la tolerancia religiosa. Sus críticas iban dirigidas al clero, a la monarquía y al ejército. Voltaire perteneció al Siglo de las Luces, ese periodo en que el incipiente desarrollo de la ciencia, la pugna entre racionalismo y empirismo, las ideas políticas, así como las distintas corrientes filosóficas de la época, contribuyeron a una de las transformaciones más paradigmáticas de la historia occidental.

Quizás la contribución más destacada de este movimiento se dio en el ámbito del pensamiento político. Los filósofos ilustrados, particularmente Voltaire, Montesquieu, Rousseau y Locke, cimbraron las estructuras del régimen monárquico absolutista, con las propuestas de la división de poderes y del constitucionalismo resultado del contrato social, teorías que revolucionaron Europa a finales del siglo XVIII y América a comienzos del XIX.

En sus textos Voltaire se muestra contrario a la intolerancia y el fanatismo. Fundamenta sus consideraciones en el derecho natural, afirmando que cualquier supuesto derecho de la intolerancia es absurdo y bárbaro y resume su argumentación en la premisa “No hagas lo que no querrías que te hiciesen”.

El pensamiento de Voltaire podría aplicarse en nuestro tiempo, ya que las posturas sobre todo políticas, se han radicalizado. Decía Voltaire que “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”, porque es corrosivo, enemigo de la libertad y responsable de asesinatos, masacres, persecuciones y violencias de todo tipo.

La palabra fanático proviene del francés fanatique y este del latín fanaticus, que significa “perteneciente al templo”, “exaltado”, “frenético”.

El fanatismo tiene un dogmatismo falaz, ya que se centra en ciertas convicciones que no se cuestionan ni razonan; es intransigente, dado que no acepta los análisis críticos de sus ideas o comportamientos; es discriminador e intolerante; es autoritario, tiene afán de imponer su propia cultura, estilo, creencia y de forzar a que los demás se adscriban a lo mismo. El fanatismo es un gran enemigo de la libertad.

La política convierte a los votantes en hinchas políticos, y los secuestra sentimentalmente. En psicología a los fanáticos políticos se los ubica en el grupo de las personas inseguras que tratan de compensar sus sentimientos de inferioridad por la fuerza o la mentira.

Hay que intentar poner más peso en uno de los platos de la balanza recordando una de las frases de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

@taborciamaria

María del Carmen Taborcía es abogada y escritora  argentina, con estudios en comercio exterior y mediación. Ha sido docente universitaria y conductora y moderadora de programas radiales en su natal Buenos Aires. Es la autora de Poesía en los Tilos entre otros libros.

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