Opinión

Michael, los 300 e incertidumbre

La naturaleza tiene una extraña manera de recordarnos que no todo lo asumido es correcto, y que, en el tiempo de la tierra, nosotros los mortales, somos apenas como un pestañar en su ciclo. Por Rodolfo R. Pou Este es el tercer ensayo que escribo sobre huracanes y devastaciones naturales, desde mis inicios como articulista de […]

Por Allan Brito
Michael, los 300 e incertidumbre
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

La naturaleza tiene una extraña manera de recordarnos que no todo lo asumido es correcto, y que, en el tiempo de la tierra, nosotros los mortales, somos apenas como un pestañar en su ciclo.

Por Rodolfo R. Pou

Este es el tercer ensayo que escribo sobre huracanes y devastaciones naturales, desde mis inicios como articulista de opinión en medios locales e internacionales y el segundo en igual cantidad de meses. El más reciente de estos, hizo referencia sobre lo que ocurrió y que sigue pasando en Puerto Rico, a un año del paso y la destrucción causada por el Huracán María.

En este artículo fijé mi preocupación en torno a la indefinición por parte de las autoridades sobre la cifra oficial de víctimas del cataclismo y con ello, el similar silencio por parte de las autoridades dominicanas sobre fallecidos o damnificados mártires quisqueyanos. La alta presencia de patriotas con registros oficiales o no, que viven en ese vecino territorio, aseguraba una triste y eventual realidad, mientras que las estadísticas me aseguran que a un año del reciente azote de este huracán, no menos de cien dominicanos habían perdido sus vidas a causa de esa tragedia. Sin embargo y hasta el momento, nadie se ha pronunciado al respecto.

En este artículo de este día quiero anticipar un escenario similar y aspirando con ello además a una motivación a las autoridades dominicanas, Legislativas y Consulares que representan a los por lo menos 300 dominicanos que habitan las áreas afectadas por el reciente paso del Huracán Michael en la Ciudad de Panamá City y la circundante comunidad de Mexico Beach en la parte noroeste del Estado de la Florida, para que accionen lo antes posible sobre lo que pudiera ser la situación de desamparo de nuestros nacionales que posiblemente hayan sobrevivido a esta catástrofe.

Técnicos de la meteorología nos informan que la décima tercera tormenta de la temporada solo le tomó unas 36 horas para formarse, definirse y ensayar una trayectoria inesperada, de esas que solo se registran en un pueblo como este, una vez por siglo. Esa información me asegura que solo aquellos que han vivido un huracán son capaces de entender su impacto, por lo que es ahí donde me enfoco en mi reclamo.

Justifico mi petición porque aun confiado en que los dominicanos nacemos sabiendo cómo vivir dentro de la tormenta, la experiencia de Puerto Rico me indica que este conocimiento no es confiable e incluso con las aterradoras gráficas y recuentos alarmantes sobre la devastación que estoy presenciando en los medios electrónicos y televisivos, veo reforzado aún más, esta preocupación.

Alguna autoridad me puede decir ¿Qué pasó con el Salón de Milly en la Calle 15 de Panamá City? ¿Cómo está el doctor Horacio Rodríguez graduado de la UCE, que labora en el Bay Medical Hospital? ¿Quién me asegura que el Restaurante de José aún está de pie?, o por lo menos que me den detalles sobre los empleados que trabajan en la cocina de Uncle Pete’s Caribbean Shack y ¿a quién debo recurrir para saberlo? La experiencia de Puerto Rico me asegura que para esta misma fecha el año entrante, aun no sabré. En estas zonas hasta el momento de esta redacción solo se confirman veinte muertes, no obstante, miles de desaparecidos.

Si las últimas Constituciones lograron algo más que el establecer reelecciones, también lo ha sido definir la dominicanidad de los que hacemos patria fuera de la nación que nos vio nacer. Que tengamos representación en la Curul Nacional y que los estamentos diplomáticos nos representen mejor, ya que según esa Carta Magna, los que estamos aquí son tan dominicanos como los que residen allá.

Siempre logro encontrar metáforas en mis lecturas y muchas veces más en mis artículos. Por lo que aprovechando el marco de Michael opto por remontarme en el pasado, justo en el verano en el que nací, donde lo que me cuentan a través de enciclopedias electrónicas que hemos llegado a aceptar como ciertas, que en ese verano fue la primera vez que una temporada ciclónica era cubierta por tecnología satelital. Bueno, eso por lo menos eso es lo que me cuentan y haragán sobre si debería consultar otra fuente o no, me convenzo de la información y decido seguir leyendo, encontrándome con otro dato curioso: que esa temporada fue significativamente inactiva, pero una con un alto número de depresiones tropicales.

Desde chico recuerdo a mi madre hacer referencia de aquel Huracán que amenazó la Capital dominicana en los primeros días de septiembre. Haber nacido en el Caribe aseguró dos determinantes factores de mi vida y ninguno de ellos por escogencia propia. La primera es que mi existencia y el de la mayoría de los caribeños siempre estarán atada a capítulos circundantes a las épocas ciclónicas.

El segundo sería el prejuicio de haber nacido en un país subdesarrollado, el cual ha dado quizás permiso para que sobre nuestros esfuerzos, oportunidades conquistadas o peldaños alcanzados, siempre se cuelgue el estigma de superación entre comillas.

Cuando niño viví la tragedia que causó el Huracán David y la Tormenta Federico, recordando bien ese sacramento infortunado de la madre naturaleza y a partir de esta experiencia es que se inicia en mí la valoración a mi mamá y estreno así la madurez. Aunque no fui damnificado por el paso de estos sistemas con el tiempo conocí mi fortuna, al contrastar las penurias que habían arropado aquella gente damnificada.

Como joven adulto sobreviví el huracán George, vi nuevos damnificados surgir y brotar paralelamente con la necesidad de forjar activismo social en favor de otros. Como adulto además y con familia, aquí en la ciudad de Miami, Florida, superé a los huracanes Wilma y el más reciente, Irma, pero me cuestiono ¿Damnificados, ningunos o sí lo hubo?

Me pregunto, porque ser damnificado en tu país es una cosa, pero serlo en uno ajeno al tuyo es otra. ¿Quien asiste a un damnificado indocumentado? ¿Quién extiende una mano amiga a alguien sin documentación o estatus migratorio definido? ¿Cómo recurrir a ayuda asistencia algún albergue público si eres un indocumentado? ¿A quién se dirige un dominicano sin “papeles”, que haya sido afectado por el impacto de una tormenta o la devastación causada por un desastre natural?

¿Estaría el Consulado local violando alguna Ley de carácter migratorio o Derecho, si prestara asistencia a un nacional suyo en estado de indocumentación? ¿Cómo regresa a casa tras ser haber sido afectado por el paso de un sistema meteorológico de estas proporciones un quisqueyano que vive de manera ilegal en Estados Unidos?

Esa perspectiva es una que nunca tenemos presente y creo que las autoridades tampoco. Los compatriotas que viven en la isla no han procesado esos enfoques, ya que su referencia es tan solo con los vecinos. Lo que pudiera ser un dominicano ilegal en los Estado Unidos, no es lo mismo que sucede con un haitiano ilegal en República Dominicana.

Ese ciudadano extranjero puede bien cruzar frontera y confundirse entre los vendedores del mercado de Dajabón y posteriormente superar los dos o tres puntos de chequeo que existen en las carreteras que le llevaran a las grandes ciudades de la nación dominicana. Si ha de suceder una escena que le impida su bienestar o este decidiera regresar a Haití, tiene la ventaja de que bien puede regresar a su país con el mayor de los inconvenientes siendo una deportación compartida con otros como ellos y quizás encima de un camión. No es lo mismo para los indocumentados que viven y habitan los Estados Unidos. ¿Cómo regresa un indocumentado a su país, sea este México, Honduras, Guatemala, Nicaragua o República Dominicana?; en este caso no de manera voluntaria, muchas veces solo deportado.

Mi inquietud sobre la realidad de esos dominicanos legales o ilegales surge de la posibilidad de que cerca de 300 nacionales nuestros se encuentran hoy desamparados en el noroeste del Estado de la Florida y a merced de sus realidades diarias y de autoridades que los representan, a pesar de no ser las suyas. En un Estado como este que supera en proporción de área por dos veces y medio el territorio completo de la República Dominicana tenemos que doblemente pensar en la representación Extra-Patria que tenemos, pues no es posible que un territorio de miles de ciudadanos sea representado, quizás por dos Legisladores y un Consulado General.

A pocos días de la devastación causada por Michael, nadie puede decirme que pasó con el Salón de Milly o con los empleados que trabajan en la cocina de Uncle Pete’s Caribbean Shack. Me preocupa saber que dominicanos como yo, anden desamparados y sin país que lo guarde o proteja, pues solo en la Patria es que no somos extranjeros y damnificados mucho menos.

 

 

 

 

Rodolfo R. Pou
Arquitecto. Empresario. Dominicano en el Exterior

Relacionados