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Nicaragüenses del Sur de la Florida celebran a La “purísima”

Esta fiesta, además, abarca otros espacios dentro de la familia y el sentido comunitario y de solidaridad entre la gente, ya que ahora ante la pobreza social. Más allá de ser una tradición muy nicaragüense, de fuerte religiosidad católica, la celebración mariana de la Purísima se ha convertido en una especie de fiesta nacional dentro […]

Por Allan Brito
Nicaragüenses del Sur de la Florida celebran a La “purísima”
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Esta fiesta, además, abarca otros espacios dentro de la familia y el sentido comunitario y de solidaridad entre la gente, ya que ahora ante la pobreza social.

Más allá de ser una tradición muy nicaragüense, de fuerte religiosidad católica, la celebración mariana de la Purísima se ha convertido en una especie de fiesta nacional dentro del país, y una celebración en el exterior que trasciende a ciudadanos de diversas posiciones políticas, diferencias sociales, culturales y geográficas.

Estar en una Purísima no es solo un momento de ofrendar amor a la Virgen María, es también pasar un momento agradable, ir con nuestros hijos, reencontrarnos con los amigos y hacer votos de fe en el amor al prójimo y por las cosas buenas de la vida.

Es conversar con los amigos entre canto y canto, maximizar la fe y el amor a la Virgen y para quienes son parte de esa infinita diáspora, recordar aún más la infancia, los recuerdos que asaltan de cuando niños que, en gavillas de amiguitos y con nuestras tíos, primos y mayores que nos acompañaban “a gritar”, salíamos a recorrer las calles en busca de altares para cantarle y recoger lo que nos regalaran como parte de la costumbre luego de cantarle.

De niña recuerdo lo alegrísimo que era cada 7 de diciembre juntarnos con los amiguitos, llevar nuestros bolsos “salveques”, echarles pedazos de caña de azúcar, limones dulces (que aquí en el Sur de la Florida no existen), las canastitas llenas de caramelos, cajetas, bananos, naranjas, “leche de burra” y los juguetes de madera como las “matracas” de Masaya con las que hacíamos un ruido infernal para los adultos en esa alegre noche de amor y algarabía.

Ahora todo es diferente, pero a pesar de la llamada influencia de la “revolución sandinista” y de otras religiones evangélicas, la celebración de la Purísima sigue siendo una fiesta que nos convoca a todos, desde Potosí en Rivas hasta Waspam en Laguna de Perlas, desde Somotillo en Chinandega, frontera con Honduras y El Salvador, hasta San Juan del Norte en la frontera con Costa Rica y en la desembocadura de nuestro hermoso Río San Juan, los niños, los adultos, con revoluciones fracasadas, con gobiernos democráticos, con pandemias o sin ellas, esta fiesta siempre es un gran acontecimiento.

Aunque ha habido varias iniciativas, fue el doctor y religioso Juan Bautista Arrien (QEPD), quien propuso en una ocasión, proponer como Patrimonio de la Humanidad ante la UNESCO esta celebración de la Purísima, y en realidad, muchos nicaragüenses estaríamos de acuerdo con esta propuesta, pues en realidad se lo merece por su férrea religiosidad, su encumbrado respeto popular y por su desbordado esmero en quienes la veneran, le cantan y le muestran diversos afectos de cariño y religiosidad.

La “Purísima”, como se le conoce con cariño a la virgen María en nuestra querida Nicaragua, en base a la celebración de la Inmaculada Concepción, patrona del país, que se celebra el día 8 de diciembre, es también pues, un factor de unidad entre nosotros en busca de la libertad y la democracia. Publicación de Diario Las Américas.

 

 

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