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Niños van por primera vez a la escuela en campamento secreto para indocumentados en Miami

Mientras un gallo rompe el silencio del amanecer, decenas de niños marchan en fila por una desolada carretera de tierra y suben a un autobús para ir a la escuela. Por redacción MiamiDiario No hay nadie a la vista. Hasta hace poco, ninguno de los niños había tenido en las manos un libro de texto […]

Por Allan Brito
Niños van por primera vez a la escuela en campamento secreto para indocumentados en Miami
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Mientras un gallo rompe el silencio del amanecer, decenas de niños marchan en fila por una desolada carretera de tierra y suben a un autobús para ir a la escuela.

Por redacción MiamiDiario

No hay nadie a la vista. Hasta hace poco, ninguno de los niños había tenido en las manos un libro de texto ni escrito nada en un pizarrón. Algunos nunca habían tenido zapatos. El autobús amarillo arranca y deja atrás los remolques que se usan en la construcción que hasta recientemente fueron su mundo, reportó Elnuevoherald.

Esto pudiera haber sido en cualquier lugar rural de Guatemala, pero en realidad es en el sur de Miami-Dade.

En noviembre pasado, un vecino vio a los niños, descalzos y sucios, jugando con una pelota de fútbol durante el horario escolar. Se lo dijo a un director escolar local, lo que provocó una visita del superintendente escolar de Miami-Dade, Alberto Carvalho, quien se angustió al descubrir el sucio campamento oculto a plena luz del día.

“No pude creer lo que veía”, dio Carvalho. “Mis ojos sencillamente no podían creer lo que tenía frente a mí”.

En otro distrito, el descubrimiento de un campamento oculto para inmigrantes indocumentados podría haber acabado con los sueños de los niños. Pero Carvalho, que fue inmigrante indocumentado en busca de un mejor futuro, no alertó a las autoridades federales, lo que podría haber llevado a una redada. En su lugar, compró ropa, zapatos, colchones y artículos de aseo personal, e inscribió a los niños en la escuela.

“Yo llegué a este país desde Portugal a los 17 años. Y me quedé más tiempo de lo que permitía mi visa”, dijo Carvalho, quien ahora dirige el cuarto mayor distrito escolar del país.

Carvalho carga al más pequeño del grupo, Pedro, de 2 años, en una de sus visitas a una familia. Le da palmadas en la espalda y lo besa en la mejilla

La mayoría de los niños, muchos de ellos de zonas pobres de Guatemala, nunca han tenido ropa limpia y nunca habían puesto un pie en una escuela.

Por el día, los niños aprenden Inglés, Matemáticas y Ciencias, y comen alimentos nutritivos. Por la noche, ellos y sus familias duermen en remolques destartalados de 72 pies cuadrados y sin ventanas, a veces hasta cuatro o cinco personas por unidad. El campamento comparte dos letrinas y una ducha rústica hecha de madera contrachapada mohosa. Un cocinero prepara los alimentos en una parrilla exterior donada por Carvalho y otros líderes escolares.

Las instalaciones son decididamente rústicas. Los remolques están divididos adentro por mantas que cuelgan de una cuerda, y cada persona vive en un lado de la estructura. Pero para 19 familias —un total de 46 personas— que viven en el lugar, al menos hay seguridad, dicen.

El costo: entre $275 y $300 por mes por persona, lo que significa un total de unos $14,000 al mes para todo el campamento.

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