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Pedro Corzo: Castro chavismo, modelo del mal

La imparcial aplicación de la justicia es una de las garantías fundamentales de la democracia, siendo una de las primeras virtudes que desaparece en los países que son controlados por el populismo marxista, fascista o simplemente por un autócrata que actúa en base a sus intereses.     Es penoso, pero hay videntes que no quieren ver. […]

Por Allan Brito
Pedro Corzo: Castro chavismo, modelo del mal
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La imparcial aplicación de la justicia es una de las garantías fundamentales de la democracia, siendo una de las primeras virtudes que desaparece en los países que son controlados por el populismo marxista, fascista o simplemente por un autócrata que actúa en base a sus intereses.    

Es penoso, pero hay videntes que no quieren ver. Fidel Castro en marzo de 1959 ordenó un segundo juicio a los pilotos del régimen derrocado porque no le satisfizo la absolución del tribunal revolucionario integrado por oficiales de su tropa, entre ellos Félix Lugerio Peña, abogado y comandante del ejército rebelde, amigo del desaparecido Frank País. No podemos olvidar que desde hacía meses las ejecuciones en Cuba se dictaban en procesos sin las más mínimas garantías. 

Otros casos. Hugo Chávez, invento el delito de corrupción espiritual para condenar más severamente a la jueza María Lourdes Afiuni. Daniel Ortega, ordenó el encarcelamiento de siete candidatos de la oposición para garantizar su permanencia en el gobierno y Evo Morales y Luis Arce Catacora tienen tras las rejas a la expresidenta Jeanine Añez por el delito de cumplir con el deber constitucional de llenar el vacío presidencial que la cobardía de Morales había dejado.  

Además de estas semejanzas Castro, Chávez y Morales renunciaron a sus mandatos. El primero, el más malévolo de todos los dictadores que ha padecido el hemisferio, lo hizo para regresar fortalecido después de una disputa fabricada contra el ex presidente Manuel Urrutia Lleo.  

Los autócratas de Venezuela y Bolivia, simplemente no soportaron la furia popular en su contra, abandonaron el gobierno por miedo a la ira del pueblo, sin embargo, los dos, cuando se recuperaron del devastador desasosiego que se les coló hasta los tuétanos, acusaron falsamente a la oposición de haberlos derrocados por la fuerza, al igual que Castro años antes con su renuncia. 

El engaño es un recurso muy usado por los déspotas. La mentira y la represión están esposados, y por delirantes que sean las denuncias siempre surten algún efecto, no solo entre los partidarios del régimen, sino también en sectores de la oposición que no están convencido de la justeza de su causa.  

Increíblemente las oposiciones venezolana y boliviana, no se esforzaron por desenraizar el despotismo. La primera estuvo escasas horas en el mando y apenas pudo actuar, pero la de Bolivia, no realizó las reformas y cambios pertinentes para impedir el retorno del Movimiento al Socialismo al gobierno, razón por la cual el politólogo boliviano Carlos Sánchez Berzain dijo acertadamente, “Se fue el dictador, pero no la dictadura”.   

Otro aspecto que aproxima aún más a Bolivia y Venezuela es el hecho que el retorno al poder radicalizó a sus dirigentes. Chávez prometió ser más permisivo, sin embargo, el despotismo se acentuó y las cadenas se pusieron más tirantes, lo mismo ha ocurrido en Bolivia, comentó el político de ese país, Guido Añez, quien describe el panorama nacional como opresivo y   de represión constante con ensañamiento extremo del régimen en la persona de la expresidenta constitucional Janine Añez, una mujer cuyo único delito es haber llenado legalmente el vacío de poder que Evo Morales dejó por el miedo que lo consumía.  

Hay patrones que identifican a las autocracias de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Violan los derechos humanos de forma sistemática y permanente. La represión es una práctica constante. El control de los poderes del estado es absoluto. No hay elecciones sino votaciones por la figura que el oficialismo determine.  

El castro chavismo o como algunos gustan más identificarlos, “regímenes del crimen organizado”, tienen pautas represivas comunes y un sistema carcelario particularmente opresivo en el que los reclusos padecen la extrema vesania de sus carceleros. Los prisioneros políticos son para estas autocracias, legitimadas o no por el voto popular, esclavos que merecen el mayor desprecio y los más severos abusos.  

Con la ex presidenta Añez, Arce Catacora está actuando como lo hizo Hugo Chávez con la jueza María Lourdes Afiuni. El dictador designado de Cuba, Migue Díaz Canel, ha condenado a seis años de cárcel a Sissy Abascal, una joven de 23 años de edad que cometió el “horrendo” crimen de protestar pacíficamente el pasado 11 de julio en el poblado Carlos Rojas. Las dictaduras se repiten en su crueldad. 

Pedro Corzo
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