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UniVista: Tres hermanos y un seguro

Esta es una versión libre del cuento infantil “Los tres cerditos”, la moraleja es diferente. Había una vez una madre muy enferma que reunió a sus tres hijos para decirles que iba a dejarles en herencia la misma cantidad de dinero. Su deseo era que cada uno construyera una casa. Solo les hizo una advertencia: […]

Por Allan Brito
UniVista: Tres hermanos y un seguro
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Esta es una versión libre del cuento infantil “Los tres cerditos”, la moraleja es diferente.

Había una vez una madre muy enferma que reunió a sus tres hijos para decirles que iba a dejarles en herencia la misma cantidad de dinero. Su deseo era que cada uno construyera una casa. Solo les hizo una advertencia: “Recuerden que las casas deben estar aseguradas para no perder el dinero invertido”. Al morir la amable señora,  los tres hermanos se fueron cada uno por su lado a construir su casa.

Pedro, el pequeño, era muy vago y fiestero. Así que decidió construirse una casucha de paja bien barata para tener más dinero disponible para irse de fiesta, mientras pudiera. “Un seguro qué va, no pienso botar este dinero”, exclamaba a menudo.

El segundo, Mario, construyó una casa de madera al lado del un río en una zona muy barata del pueblo. “Así ahorro” y guardó el resto del dinero debajo de la cama.

Carlos, el mayor, se construyó una casita de piedra en lo alto de una loma. Le puso ventanas de alto impacto y buscó una compañía de seguros para que le vendiera una póliza contra huracanes, que cubriera techo e incendio. “Uff, voy a tener que seguir trabajando porque casi todo el dinero lo he gastado en mi casa”, se lamentaba Carlos, cuando veía a sus dos hermanos siempre de fiesta.

Pero un día, se acercó una gran tormenta al pueblo.  Los primeros vientos barrieron la casa de paja de Pedro, quien a punto de perder la vida, corrió y corrió a buscar refugio en casa de su hermano Mario.

Al día siguiente escucharon por radio que habría una gran crecida del río. Ellos pensaron que era una alarma exagerada y permanecieron en la casa. Con el agua a la cintura no tuvieron más remedio que salir, con lo puesto, a buscar refugio en casa de Carlos, en lo alto de la loma.

Desde allá observaron con tristeza como la aguas arrasaban la casita de madera de Mario con todas sus pertenencias.

Pero la tormenta no cesaba,  lanzó ramas y piedras contra las ventanas de la casa de Carlos. Un rayo cayó precisamente en el techo, donde el hermano mayor, sabiamente, había ubicado un pararrayos. Los hermanos en el interior se abrazaban y rezaban, mientras afuera la fuerte lluvia y las ráfagas de viento golpeaban cada vez con más y más fuerza.

A la mañana siguiente, todo amaneció en calma.  Los tres hermanos salieron de la casa y comprobaron que a su alrededor solo había destrucción. La mitad de las tejas del techo habían sido arracadas por el viento. Y en una de las habitaciones el agua había entrado por un agujero, echando a perder la alfombra que cubría el suelo.

Carlos no perdió la calma, se puso en contacto con su compañía de seguros y, tras una inspección del tasador, le explicaron que le repararían todos los destrozos ocasionados por la tormenta.

Mario regresó al lugar donde estaba su casa y descubrió que el agua había barrido con todo. Pero, afortunadamente, se enteró que, como su área había sido declarada zona de catástrofe natural, recibiría algún dinerillo para poder apañarse.

Sin embargo, cuando el  pequeño fue al lugar donde estuvo su casa, allí no quedaba rastro de nada. Tenía que empezar todo de cero. Por su mente pasaba todo el dinero que botó en caprichos que, ya sin remedio, un fuerte viento se había llevado.

Esta narración, inspirada en el cuento clásico infantil “los tres cerditos”, nos habla de la importancia de tener un seguro de hogar.

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Moraleja: Asegure su casa porque en cualquier momento puede llegar un lobo feroz y soplar y soplar hasta destruir todos sus sueños.

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