Quien ande sorprendido por la debacle de Afganistán solo tiene que recordar el fiasco de bahía de Cochinos en abril de 1961.
Por Antonio A. Herrera-Vaillant
Allí, el respetado doctor José Miró Cardona, presunto nuevo presidente de la República, el doctor Manuel Antonio de Varona, y otros integrantes de lo que iba a ser el nuevo gobierno democrático fueron aislados por la CIA en la entonces base de Opa Locka en Miami para que no hablaran al público ni a la prensa mientras en Washington se hacía el cambio de señales que privó a los valientes expedicionarios del indispensable apoyo aéreo pactado para el éxito de la acción, abandonándolos a su suerte.
Diez y siete meses después – en octubre de 1962 – la gran crisis de los cohetes nucleares se resolvió en negociación directa entre Kennedy y Khruschev, que en la práctica garantizó la larga supervivencia del régimen cubano, dejando tanto al régimen de Fidel Castro como a la oposición democrática cubana como convidados de piedra.
El drama de Afganistán evoca las palabras de la madre de Boabdil: no lloreis como mujeres lo que no supistes defender como hombres.
— A.Herrera-Vaillant (@herreravaillant) August 17, 2021
Muchos culparon personalmente a los Kennedy, a Adlai Stevenson y a los Demócratas norteamericanos de lo que consideraron una traición, pero esas situaciones casi siempre son asuntos o errores de estado, no temas de personalidades o políticas partidistas.
En 1848 lo definió el primer ministro inglés Lord Palmerston, al proclamar: “No tenemos aliados eternos y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y es por nuestro interés que debemos seguir”.
Me temo que Afganistán viene siendo el Bahia de Cochinos de Biden.
— A.Herrera-Vaillant (@herreravaillant) August 16, 2021
Ciento treinta años más tarde el Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger lo parafraseó: “Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos permanentes, tan solo intereses”, en etapas en que los Republicanos de Nixon se preparaban para abandonar Vietnam y darle la espalda a Taiwan.
Es innegable la importancia de la comunidad internacional en la solución de tragedias internas – como la venezolana – que además tienen ramificaciones regionales o aún mundiales. Pero quienes luchan por su país buscando apoyos externos jamás deben hacerse ilusiones sobre su naturaleza, perder contacto con la realidad, o culpar a los eventuales aliados porque no hacen lo que ellos quieren sino lo que dicta la política interna de cada uno.
La política en general, y en particular la internacional, tienen poco de lírico o romántico, y todo de práctico. La “realpolitik” no hay que buscarla en declamaciones abstractas sobre principios ideales sino más bien en las prácticas de los socos marroquíes o aun burdeles. Y allí toca dejar emociones e indignaciones para la intimidad, porque en el gran mundo quién vive de ilusiones suele morir de desengaños.
Antonio A. Herrera-Vaillant
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