Opinión, Política

Pedro Corzo: Mujica, un hombre agradecido

Son realidades incontrastables, el castrismo contó con habilidades y recursos para chantajear y atemorizar a personalidades y entidades, mientras, seducía a otros con sus vastos y variados recursos, que incluían, por igual, discursos y promesas de un mundo mejor a la medida de los deseos del oidor, sin que faltaran dólares, explosivos y armas, además, […]

Por Allan Brito
Pedro Corzo: Mujica, un hombre agradecido
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Son realidades incontrastables, el castrismo contó con habilidades y recursos para chantajear y atemorizar a personalidades y entidades, mientras, seducía a otros con sus vastos y variados recursos, que incluían, por igual, discursos y promesas de un mundo mejor a la medida de los deseos del oidor, sin que faltaran dólares, explosivos y armas, además, de refugio, para aquellos que como José Mujica, creyeran que la violencia indiscriminada era la solución de los problemas de su país o del hemisferio.

Por  Pero Corzo

Fidel Castro fue un maestro de las promesas y de los fraudes. Engañó a muchos, otros se dejaron mentir por conveniencia, no obstante, es preciso reconocer que la inmensa mayoría de los sujetos con los que Castro se relacionó le están agradecidos por la ayuda logística y material que les prestó en diferentes circunstancias, la única causa que nos aproxima a entender el silencio cómplice de tanta gente y gobiernos con el tirano más despiadado que ha padecido América.

La política de subversión y control desarrollada por el régimen cubano desde el año 1959 atrajo a un número notable de personas y organizaciones que consideraron que lo que había ocurrido en Cuba, derrocamiento de una dictadura militar, era posible repetirlo en el resto del continente, máxime si se contaba con ayuda para ese fin, una alternativa que el flamante dictador cubano aprovechó sin ambages porque amparaba la visión mesiánica que tenia de sí mismo.

Así empezó un intercambio nada cultural, sino de balas, explosivos y propaganda, entre la dictadura castrista y personalidades y sectores ambiciosos de poder de diferentes partes de la sociedad continental.

Para satisfacer ese trueque, Cuba montó, pagada por los soviéticos, una costosa red de organizaciones orientadas a patrocinar acciones legales y subversivas, cuya cabeza más visible era el extremadamente dispendioso Instituto de Amistad con los Pueblos, ICAP, 1960.

Esta entidad tenía como objetivo ofrecer la mejor cara del castrismo a través de invitaciones en las que los elegidos visitaban la isla sin compromisos aparentes. Durante su estancia eran “trabajados” por profesionales de la inteligencia y se decidía, en base a los resultados, si el individuo podía ser un agente, colaborador o al menos un compañero de viaje.

El ICAP fue particularmente útil en la captación y entrenamiento de agentes de la subversión y en la identificación de personalidades con potencialidades de primera categoría como fue el caso del dirigente político chileno, después presidente, Salvador Allende, un huésped distinguido del castrismo que gustaba viajar en un Cadillac Eldorado, blanco, que parecía acabado de sacar de la fábrica. Allende fue un aliado y amigo de Fidel Castro, su muerte, como consecuencia de un golpe militar, no lo exime de esa complicidad, tampoco de permitir que el castrismo desembarcara en Chile.

Cuba fue visitada por un sinfín de viajeros que vivieron a cuerpo de rey mientras el compañero cubano enfrentaba grandes necesidades materiales y una perdida aguda de sus derechos ciudadanos. Muchos de estos hombres y mujeres vivían en un mundo de privilegios, fueron la caja de resonancia de los supuestos milagros del castrismo, otros, se entrenaron en explosivos y armas, para difundir el verbo terrorista de su caudillo.

Esa izquierda caníbal, la que se ejercitó en Cuba y la que no, es la mejor coraza que posee el castrismo para ocultar sus crímenes, siendo uno de ellos el ex mandatario uruguayo José Mujica, quien hace unas semanas admitió que en Venezuela rige una dictadura, agregando, que también hay dictaduras en Arabia Saudita y Malasia, saltando a garrocha la isla de Cuba, regida por un régimen totalitario desde hace más de sesenta años.

Mujica con su silencio culpable mostró su profundad gratitud a Fidel Castro y al respaldo que su mandato prestó a todos los grupos subversivos del continente, particularmente, a la guerrilla urbana de los Tupamaros, sobre la que el régimen produjo una serie televisiva.

La alianza de los Castro con los Tupamaros de Mujica se selló con sangre. Fue un agente castrista quien le facilitó a los verdugos tupamaros información sobre un agente estadounidense, Dan Mitrione, este hombre, al igual que varios ciudadanos uruguayos fueron víctimas mortales de quienes agradecidos, callan ante los horrores del castrismo.

Periodista (305) 498-1714

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