Opinión, Política

Carlos A Garcia Perez: El Muro de Trump, verdades, mentiras y mucha hipocresía

En el 2006 un Congreso Republicano aprobó The Secure Fence Act of 2006, (Ley de Cerca Segura de 2006), firmada por el presidente George W. Bush, mediante la cual se autorizó la construcción de aproximadamente 700 millas de vallas a lo largo de ciertos tramos de tierra entre la frontera de los Estados Unidos y […]

Por Allan Brito
Carlos A Garcia Perez: El Muro de Trump, verdades, mentiras y mucha hipocresía
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En el 2006 un Congreso Republicano aprobó The Secure Fence Act of 2006, (Ley de Cerca Segura de 2006), firmada por el presidente George W. Bush, mediante la cual se autorizó la construcción de aproximadamente 700 millas de vallas a lo largo de ciertos tramos de tierra entre la frontera de los Estados Unidos y México. La ley también autorizó el uso de más barreras para vehículos, puntos de control e iluminación para frenar la inmigración ilegal, y el uso de tecnología avanzada como satélites y vehículos aéreos no tripulados.

Por Carlos A Garcia Perez

Un detalle importante es que en el momento en que se debatió esa ley, Barack Obama, Hillary Clinton y Chuck Schumer eran miembros del Senado.

Cuando se aprobó la ley en el Senado por un voto de 80 a 19 Obama, Clinton, Schumer (Schumer ahora es el líder de la minoría en el Senado) y otros 23 senadores demócratas votaron a favor.

¿Cómo se compara eso con el muro de Trump?

De acuerdo con las Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos actualmente, 702 millas de vallas separan a los Estados Unidos de México.

Según una nota de Associated Press de 2016 se describía ese cercado como “barras gruesas de color óxido” que forman “tablillas con forma de dientes” de 18 pies de altura. “Hay millas de brechas entre segmentos y aberturas en la cerca.

Trump durante la campaña de 2016 criticó la valla de 2006 calificándola como demasiado modesta. “Tuvimos suerte porque era una pared tan pequeña, era una pared de nada “, dijo Trump.

Según Trump, debido a las barreras naturales, no es necesario cubrir con el muro las casi 2,000 millas de la frontera, sino unas 1,000, lo que podría costar entre $ 8 mil y $ 12 mil millones. Estaría construido en concreto prefabricado y aumentaría su altura de 35 a 50 pies, o más.

¿Qué cambió para que una idea que tuvo el apoyo de la bancada demócrata en el 2006, llevara a un impasse que desembocó en el cierre de la administración federal más largo de nuestra historia?

En primer lugar, Trump durante las primarias y las elecciones presidenciales sembró la idea entre un numeroso grupo de candidatos tradicionales que este complejo asunto, que a todos nos interesa, tenía una solución simple: “construyamos un muro”. Esa convicción sigue ahí.

En segundo lugar, en casos como este siempre me pregunto dónde está el dinero, o, mejor dicho, quién es el que tiene los intereses económicos mas fuertes en este debate. Porque usualmente allí está el origen del conflicto.

En el debate en torno al muro que quiere construir el presidente Donald Trump en la frontera con México lo que resalta es el síntoma de las influencias en Washington. Los políticos una vez electos sucumben ante la presión de los cabilderos y al temor a no salir reelectos en vez de velar por los mejores intereses del país.

No siempre es lo mejor para el país sino para quien ejerce sus influencias dentro del gobierno en beneficio de sus intereses económicos; ¿qué promesa le estarán haciendo a qué político para ayudarlo en su campaña?

La historia de la humanidad ha demostrado que los muros físicos, creados por el hombre o por la naturaleza misma, de poco o nada han servido para frenar los flujos migratorios. Las estadísticas demuestran, por ejemplo, que la migración desde México se redujo sensiblemente cuando mejoraron los indicadores de esa nación.

También la historia nos ha demostrado que la migración con control y sostenida puede ser buena para un país.  El mejor ejemplo es nuestro país, al igual que Alemania y otras naciones en Europa

La gente no emigra de países prósperos y seguros. Estados Unidos, pese a sus problemas, sigue siendo un faro de esperanza para millones de personas que en el mundo continúan viendo en esta nación la posibilidad de cumplir sus sueños, esos que no pueden realizar en sus países de origen.

Nuestra política exterior, desde el 11 de septiembre por razones de seguridad estratégica, dejó una vez más de lado a América Latina.

Los Estados Unidos proporcionaron aproximadamente $ 35 mil millones en ayuda económica a más de 140 países en el año fiscal 2014.

De los $ 35 mil millones del total de la ayuda económica distribuida, casi una cuarta parte se destinó a cinco países: Israel: $ 3.1 mil millones, Egipto: $ 1.5 mil millones, Afganistán: $ 1.1 mil millones, Jordania: $ 1.0 mil millones, Pakistán: $ 933 millones.

Mientras que la ayuda militar de EE.UU. en América Latina se redujo en el año fiscal 2017 a US$203 millones en el caso de Colombia y en US$85 millones por ayuda de seguridad a México (que fueron los dos países con los mayores aportes).

Más recibieron en América Latina por concepto de remesas. Un estudio de la ONG Diálogo Interamericano, con sede en Washington, examinó las remesas que llegan a 15 países de la región, en un flujo que -se calcula- alcanzó los US$73.000 millones en 2017.

“Más de una tercera parte de esos fondos, US$28.630 millones, tuvieron como destino México y procedían en su mayor parte de EE.UU., se trata de un monto relativamente modesto (menos de 3%) para el tamaño de la economía mexicana”, las remesas para Haití, procedentes en al menos 50% de EE.UU., llegaban a representar 33% de su PIB. Mientras que para Honduras alcanzaban el 19,5% de su PIB.

La migración, que llega por el sur del país, es provocada por la inseguridad y la violencia que se vive, especialmente en algunos países de Centroamérica. A quien busca salvar su vida, no lo detiene un muro, tampoco lo detiene el mar como lo demostraron los miles de cubanos que arribaron en precarias balsas a las costas estadounidenses.

Lo que puede frenar esas oleadas migratorias, que tanto preocupan a Washington, es que nuestra política exterior no cambie con cada gobierno de turno por intereses económicos o políticos y que sea sostenible a largo plazo para que contribuya a mejorar la economía, la seguridad y la democracia en nuestros vecinos hemisféricos. Si no, continuarán arribando oleadas de migrantes que escalarán el muro, cavarán túneles y atravesarán mares infestados de tiburones para conseguir en los Estados Unidos su pedazo de “sueño americano”.

No dejemos que el supuesto conflicto ideológico en Washington nos confunda o nos haga perder la perspectiva, al final hay que estar bien atentos en torno a quien tiene el liderato para tomar decisiones en pro del bienestar del país y no solo para asegurar su futuro político.

Carlos A.  García es un abogado experimentado que ha representado a compañías de Fortune 500 en las Américas. Durante la administración de Barack Obama fue director de Radio y TV Martí. Es Founder and CEO de Alchemidas Consulting.

 

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