Me duele ver al Chile que nos vio nacer de convulsión en convulsión, una más violenta que la otra, odiando al otro por una forma distintiva de pensar, destruyendo los bienes públicos o adueñándose de ellos, me duele ver cómo solo nos echamos la culpa los unos a otros, duele ver tanta indiferencia e inequidad.
Por Carlos Escaffi Rubio(*)
Duele también ver cómo normalizamos hablar de barrio alto, de cómo se adueñaron del país y cómo permitimos que se hiciera de la política una forma de subsistencia. Pero duele mucho más la desidia y alejamiento del que creció en el mismo barrio y que hoy no vuelve la mirada.
Y me duele porque somos hijos de una misma patria, si, de esa nación combativa, aguerrida, indómita y solidaria, que alguna vez se unió y en un unísono grito de victoria se hizo escuchar.
Somos hijos del rigor, así nos hicimos, así fuimos criados, con necesidades que las suplíamos con un abrazo y una once con pan tostado y dulce de membrillo.
A veces pareciera que no nos damos cuenta de que somos una gran patria pluricultural, a veces se nos olvida que somos hijos de nanas, enfermeras, carabineros, pescadores, operarios, obreros, gasfiteros, vendedores ambulantes, empleados, garzones, campesinos, mineros, militares, micreros, profesores normalistas, camioneros y también hijos a mucha honra de madres que se quedaron solas y solo ellas saben cómo lo lograron. Mi respeto a todas las madres de Chile, a esas que lloraron y lloran aún en silencio.
Somos una sociedad que innumerables veces se ha levantado de los escombros y de las cenizas, hemos puesto a prueba a una solidaridad única que ya otras naciones quisieran tener, somos en el fondo, aún una nación que cree en la solidaridad, y la vemos con cierta miopía día a día en inopinadas muestras mundanas.
¿Entonces, por qué no hacer un alto y volver a pensar en los que nos unía?
Si creemos que se adueñaron de nuestro Chile, somos nosotros los llamados a manifestarnos democráticamente a través de la expresión más sublime de manifestación popular, expresar nuestro voto de rechazo o aprobación a lo que actualmente existe.
No nos engañemos, somos una sociedad que recién va camino a la segunda generación de profesionales, o en algunos casos la primera, provenimos de honrosas escuelas públicas, el sentir aspiracional lo tenemos a flor de piel y en buena hora, porqué es lógico que queramos mejorar y darles a nuestros hijos un mejor pasar. Pero me duele que sigamos enfrentados y, por cierto, destruyendo la copia feliz del Edén.
Hago una invitación a una humilde reflexión, pongamos un alto, paremos el conflicto social, ambas partes dejemos de lado ideologías populistas de derecha e izquierda, trabajemos un pacto nacional para hacer una mejor nación, una patria grande, donde tus hijos y los míos puedan vivir en paz y no en donde el terror social se termine normalizando.
(*) Gerente general de IMAGINACCION Perú y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú.