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Miami tiene los segundos vecinos más molestos del país

Miami ocupa el segundo lugar entre los vecinos más molestos de la nación, después de Dallas, en una encuesta reciente entre residentes de 24 ciudades. Por redacción MiamiDiario Minneapolis, en el afable Medio Oeste, donde la gente te mira a los ojos y saluda, tiene los mejores vecinos y los lugares más tranquilos. Cuatro de […]

Por Allan Brito
Miami tiene los segundos vecinos más molestos del país
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Miami ocupa el segundo lugar entre los vecinos más molestos de la nación, después de Dallas, en una encuesta reciente entre residentes de 24 ciudades.

Por redacción MiamiDiario

Minneapolis, en el afable Medio Oeste, donde la gente te mira a los ojos y saluda, tiene los mejores vecinos y los lugares más tranquilos.

Cuatro de las cinco ciudades con los vecinos más molestos, excluyendo Filadelfia, son del llamado Cinturón de Sol, con climas cálidos. Cuatro de las cinco más amistosas, excluyendo Atlanta, tienen climas fríos.

“Cuando estás al aire libre con más frecuencia, estás más expuesto a tus vecinos y a un comportamiento molesto”, dijo Andy Kerns, director creativo de Digital Third Coast, una firma de investigación que realizó la encuesta para Improvenet.com, un sitio web de mejoras para el hogar.

El reggaetón imparable tiende a freírte los nervios cuando lo escuchas a 92 grados en el sol. “He estado en Miami, y puedo ver lo difícil que es ser paciente cuando hay tanto calor y humedad todo el tiempo”.

El ruido fue el elemento común más irritante, ya fuese hablar a gritos, ladridos de perros, gritos de los niños, televisores a todo volumen, fiestas desagradables o trabajos de construcción y jardinería, especialmente cortadoras de césped a las 7 de la mañana o aparatos ensordecedores para soplar las hojas de los árboles. Miami quedó en segundo lugar ante Houston en las quejas sobre la música a todo volumen.

Miami se ubicó entre las cinco peores ciudades en las categorías de malhumor, caca de perros y televisores ruidosos. También encabezamos la lista de ladrones de mangos, de ser demasiado complacientes con los pavos reales, de botar gallinas de santería en descomposición y tener basura apilada.

Miami está clasificada como la quinta ciudad con más broncas entre vecinos. La mayoría de las disputas se pueden resolver con una conversación. Pero Miami tiene muchos tipos volátiles como Omar Rodríguez, el vecino del infierno. Luego de 140 denuncias en su contra (los vecinos acusaron a Rodríguez de amenazarlos con armas de fuego y machetes, ahogar a sus mascotas, cortarles los neumáticos y tirarles excrementos en las puertas), le disparó tres veces a un hombre en su vecindario de Kendall durante una discusión sobre la caca del perro. Rodríguez fue acusado de intento de asesinato.

Los huracanes son lo que más solidaridad genera en Miami. Después de Andrew, un vecino servicial aseguró que protegería las propiedades de todos patrullando el barrio con su pistola cargada en el cinto, listo para dispararle a cualquier sospechoso mientras continuara el apagón.

Luego está la preocupación por las estatuas que, por más que lo intenten, no aportan suntuosidad, sino todo lo contrario. Ahí se incluyen los delfines saltarines, leones, peculiares dioses y diosas griegos, y caballos de tamaño natural con ojos de loco.

¿Qué más hace que los vecinos de Miami sean especialmente molestos?

Los que pavimentan sus céspedes, y después piensan que al pintar de verde el hormigón se ve más natural.

Los vecinos que roban mangos. Aparecen en numerosos reportes policiales de Pinecrest.

Los vecinos que dejan basura esparcida por los alrededores para que parezca que tienes un laboratorio de metanfetamina en el barrio.

Los que alimentan a los pavos reales que defecan en las aceras, picotean los carros, destruyen las plantas, cavan hoyos en el césped, gritan… y tienen más pavos reales.

Las señoras con gatos. Un hombre en La Pequeña Habana estaba tan irritado por el hábito de sus vecinos de alimentar a los gatos callejeros que fue a su apartamento y comenzó a dispararles a través de la puerta de la entrada.

Vecinos que depositan ofrendas de santería con pollos decapitados, frutas, pastelitos, monedas y cigarros debajo de los árboles donde habitan los orishas.

Vecinos que se pasan del límite y talan árboles y construyen enormes cubos blancos en el límite de su propiedad, que arruinan el carácter y la escala del vecindario circundante, una muestra que el dinero no puede comprar el buen gusto.

Las ventanas y puertas adornadas con barras antirrobo de hierro forjado. ¿Les gusta vivir en una cárcel?.

Fuente: El Nuevo Herald

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