Opinión, Política

Antonio A. Herrera-Vaillant: En baile de gallinas

A nadie debe sorprender que en Estocolmo se reúnan representantes de la ONU, la UE, el Vaticano, Rusia y Cuba, a discutir el caso venezolano sin representantes del régimen o del movimiento democrático. Por Antonio A. Herrera-Vaillant Por un lado, es un régimen tan mediocre que sus propios aliados procuran tomar distancia y tratarlo con pinzas […]

Por Allan Brito
Antonio A. Herrera-Vaillant: En baile de gallinas
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A nadie debe sorprender que en Estocolmo se reúnan representantes de la ONU, la UE, el Vaticano, Rusia y Cuba, a discutir el caso venezolano sin representantes del régimen o del movimiento democrático.

Por Antonio A. Herrera-Vaillant

Por un lado, es un régimen tan mediocre que sus propios aliados procuran tomar distancia y tratarlo con pinzas mientras lo utilizan para sus propios fines. Por otro, es difícil a la comunidad internacional entenderse con un movimiento democrático donde permanentemente brotan cuestionamientos a una Asamblea Nacional que es aquí el último resquicio de institucionalidad reconocida.

Mas de 50 gobiernos han desconocido una usurpación impuesta en elecciones ilegalmente convocadas y repudiada por grandes mayorías. Esos mismos gobiernos centran hoy sus acciones para restituir la democracia en Venezuela en un poder legislativo escogido por elección directa, cuyo presidente queda encargado del poder ejecutivo por mandato de la constitución. Han enfatizado su intención de centrar la unidad democrática en esa presidencia como sustitutiva de la usurpación y como su interlocución válida hasta llegar a unas elecciones verdaderamente transparentes y democráticas.

Lamentablemente, el infantilismo de ciertos opositores hace que algunos aliados con frecuencia se sientan como ese enviado de Churchill en Francia, que durante la II Guerra Mundial exclamó exasperado que “¡de todas las cruces que tengo que cargar la más pesada es la cruz de Lorena!”, aludiendo al símbolo del General De Gaulle y a las petulantes intrigas de otros franceses que disputaban cuál sería el primero a entrar a París reconquistado, del brazo de las fuerzas aliadas.

Será con mucha sorna que en Oslo y Estocolmo lean las insistentes denuncias contra cualquier intento de solución pacífica – que es precisamente lo que ellos quieren – y la exigencia en que se produzca una intervención de fuerza externa para sacarnos las patas del barro. Sucede que las intervenciones internacionales rara vez suelen responder a los gritos de auxilio de las víctimas sino a los intereses de quienes tienen la posibilidad de actuar, a menos que sobrevengan por actos imprudentes y temerarios de ciertos villanos que luego se equivocan al medir al adversario.

Nuestros aliados han reiterado insistentemente su apoyo inequívoco a la actuación del presidente encargado Juan Guaidó. Ahora irán estrechando el cerco el régimen hasta que se produzca el inevitable detonante imprescindible para desencadenar un desenlace. Quienes no acepten esa realidad quedarán como la proverbial Cucarachita Martnez en baile de gallinas.

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