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Leyenda del ballet latinoamericano: Alicia Alonso fallece en La Habana a los 98 años

La legendaria figura de la danza latinoamericana, Alicia Alonso, falleció el jueves (17.10.2019) a los 98 años en La Habana,. Por Redaccion MiamiDiario El Ballet Nacional de Cuba emitió un comunicado en el que informó que  la leyenda del ballet latinoamericano, Alicia Alonso,  falleció el jueves a los 98 años en el hospital CIMEQ. Su verdadero […]

Por Allan Brito
Leyenda del ballet latinoamericano: Alicia Alonso fallece en La Habana a los 98 años
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La legendaria figura de la danza latinoamericana, Alicia Alonso, falleció el jueves (17.10.2019) a los 98 años en La Habana,.

Por Redaccion MiamiDiario

El Ballet Nacional de Cuba emitió un comunicado en el que informó que  la leyenda del ballet latinoamericano, Alicia Alonso,  falleció el jueves a los 98 años en el hospital CIMEQ.

Su verdadero nombre era Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, y nació el 21 de diciembre de 1920 en el cuartel de Columbia de La Habana, donde su padre ejercía de oficial de intendencia y caballería.

Considerada una de las grandes bailarinas del siglo XX, Alonso empleó su experiencia y energía en los escenarios para convertir la danza elitista en un arte popular en la isla caribeña.

La “Prima Ballerina Assoluta” formó una de las escuelas más grandes del mundo de ballet clásico, cuyos bailarines cubanos ocupan sitios destacados entre los mejores del planeta.

En 1959, año en que el fallecido Fidel Castro llegó al poder en Cuba, la carrera de Alonso alcanzó posiblemente su clímax al ser distinguida como Prima Ballerina Assoluta, el mayor reconocimiento que puede lograr una bailarina de ballet y que la hace ingresar a un selecto grupo de artistas de nivel internacional.

“Siendo hija de una pequeña isla del Caribe, Alonso se impuso a todas las barreras que decían que el ballet era un arte de países desarrollados; que el físico y el temperamento latino no se ajustaban a los requisitos de la danza clásica”, dijo en un comunicado Carlos Acosta, exbailarín cubano del Royal Ballet.

“Todos estos prejuicios fueron demolidos cuando Alicia Alonso entró en la escena”, añadió.
“Alicia Alonso se ha ido y nos deja un enorme vacío, pero también un insuperable legado. Ella situó a Cuba en el altar de lo mejor de la danza mundial. Gracias Alicia por tu obra inmortal”, dijo en Twitter el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, quien se encuentra de visita en México.
El Ministerio de Cultura informó que las honras fúnebres de Alicia Alonso tendrán lugar el sábado 19 de octubre en el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre.
Se espera que Viengsay Valdés se haga cargo del Ballet Nacional de Cuba luego de asumir en enero como subdirectora artística.

Una carrera rutilante

A los nueve años ingresó en la clase habanera del maestro ruso Nikolai Yavorski, dentro de la Sociedad Cultural Pro-Arte Musical. Allí hizo su primera aparición escénica poco después en el vals del Cascanueces. Viajó a Nueva York por primera vez en 1937, donde se casó con Fernando Alonso, a quien había conocido en la clase de Yavorski.
Enseguida tuvieron a su única hija, Laura, que también fue bailarina y prestigiosa maestra. Alonso ingresó en la School of American Ballet y, entre otros, tuvo cuatro maestros decisivos: Enrico Zanfretta, Alexandra Fedorova, Anatole Vilzak y Anthony Tudor.
Después aprendería con Vera Volkova en Londres y Olga Preobrazhenskaya en París. Apareció en Broadway en los musicales Great Lady (1938) y Stars In Your Eyes (1939) e hizo su primera gira con el Ballet Caravan ese mismo año, encarnando su primer papel protagonista en Billy the Kid, de Eugene Loring, un ballet con argumento del lejano Oeste.

Con la compañía Ballet Theatre (después American Ballet Theatre: ABT) estuvo desde su fundación en tres periodos: 1940-1948, 1950-1955 y 1958-1959. Allí asumió creaciones históricas: UndertowTheme and Variations o Fall River Legend.

Bronislava Nijinska creó para ella Schumann Concerto y Enrique Martínez el sugerente y exótico Tropical pas de deux. Se ha convertido en leyenda su primera aparición como la protagonista de uno de sus grandes papeles, Giselle. Fue el 2 de noviembre de 1943, con Anton Dolin, y sustituía a la inglesa Alicia Markova, que había enfermado.

En esa temprana época neoyorquina fue operada en dos ocasiones de los ojos. En 1972 pasó de nuevo por el quirófano en Barcelona por ese motivo, pero con éxito parcial. Desde un principio, los médicos le advirtieron de que debía dejar la danza si quería conservar algo de visión. Ella se negó. Y, al contrario, se esmeró en su técnica depuradísima y en su inveterada versatilidad estilística, estudiando papeles y modos que luego puso en práctica cuando fue perdiendo progresivamente la vista.

Entre su vastísimo repertorio de entonces hay que señalar Pas de Quatre (Dolin, Lester); Apollon Musageta (Balanchine); Jardin de lilas, Gala performance y Romeo y Julieta (Tudor) y Aleko y Capricho español (Massine). Bailó con todos los destacados partenaires masculinos de su tiempo, aunque su inseparable pareja hasta 1960 fue Igor Youskevitch, con el que llegó a tener una complicidad escénica legendaria.

Vuelta a casa

Durante una suspensión laboral de actividades de la compañía neoyorquina, volvió en 1948 a La Habana como bailarina invitada y fundó su compañía, el Ballet Alicia Alonso (después Ballet de Cuba y a partir de 1959 Ballet Nacional de Cuba). Es entonces cuando empieza a coreografiar.

En su nuevo cargo dio rienda suelta a su carácter duro, en ocasiones cercano a lo tiránico, y mantuvo un largo idilio hasta el final de sus días con Fidel Castro y las instituciones de la Cuba revolucionaria.

A partir de 1960 y mientras las relaciones entre Cuba y Estados Unidos lo permitieron, Alonso dividió su tiempo entre Nueva York y La Habana. Tras dejar el ABT, apareció como estrella invitada en las instituciones más prestigiosas: los Ballets Russes de Monte Carlo, la Ópera de París, donde montó Giselle en 1972, la de Viena o el Teatro alla Scala de Milán.

Alonso fue también una de las primeras bailarinas occidentales invitada en plena Guerra Fría a bailar en el Teatro Kirov (hoy, de nuevo, Mariinski) de Leningrado/San Petersburgo y el Teatro Bolshói de Moscú. Por una ventana la vio ensayar un estudiante algo díscolo llamado Rudolf Nureyev. Sus carreras no se cruzaron sobre la escena hasta una gala de Palma de Mallorca en 1990.

Coreógrafa y maestra

Fue una de las más reconocidas bailarinas de ballet y coreógrafas del mundo, cofundadora del BNC y responsable de entrenar a varias generaciones de bailarines durante la revolución cubana.

Alonso también participó en la fundación del American Ballet Theatre en Estados Unidos y hasta el final de sus días se mantuvo al frente del BNC.

Recibió  el Premio Nacional de Danza en Cuba y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en España, entre muchos otros reconocimientos como el grado de Oficial de la Legión de Honor, que le otorgó en 2003 el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac.

En 2015, el gobierno de Cuba decidió ponerle su nombre al Gran Teatro de La Habana.

Luces y sombras

Algunos bailarines que se establecieron en otros países le señalaron rasgos de autoritarismo y otros afirmaron que el Ballet Nacional, por su organización y el estilo de dirección, era una metáfora del sistema político cubano.

Sobre Alicia Alonso se ha escrito prácticamente todo: de su repertorio, de su estilo, de la longevidad de su carrera, del sello personal en los papeles clave del gran repertorio romántico y académico, de sus polémicos compromisos políticos, de su decidida apuesta por la revolución comunista...

Fue una leyenda viva que persistió en seguir activa, luchando casi patéticamente y con algo de heroicidad contra el deterioro físico. Viajó incesantemente con su compañía, dio lecciones magistrales desde una silla y montó ballets “casi en braille”, con las manos. Algunos crudos detalles de la realidad y del tiempo, de su inclemencia, no enturbian un destino capaz de ser ejemplar en lo estrictamente artístico.

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