Opinión

Likes, libre expresión y los inmigrantes

¿Cómo nos comportaríamos si supiéramos que todas nuestras acciones, opiniones y decisiones más allá de estar a la vista pública, fueran determinantes y prejuiciosamente en contra o favor nuestro? Por Rodolfo R. Pou Ese encabezado parece una pregunta tonta y hasta ilógica, pues toda gestión o quehacer de nuestra vida, eventualmente termina por impactarla. Incluso más […]

Por Allan Brito
Likes, libre expresión y los inmigrantes
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¿Cómo nos comportaríamos si supiéramos que todas nuestras acciones, opiniones y decisiones
más allá de estar a la vista pública, fueran determinantes y prejuiciosamente en contra o favor nuestro?

Por Rodolfo R. Pou

Ese encabezado parece una pregunta tonta y hasta ilógica, pues toda gestión o quehacer de nuestra vida,
eventualmente termina por impactarla. Incluso más ahora cuando todos tenemos a nuestro alcance, un parlante abierto
y descriptivo de quiénes somos y cómo pensamos.

Lo hacemos a diario, en las plataformas sociales y en los grupos de chat que compartimos con colegas, amigos y
familiares. Espacios de expresión, donde emitimos posturas, promovemos ideales, exageramos experiencias, buscamos
que nos celebren vanidades y le damos el visto bueno con “likes o corazoncitos” a cosas que nos agradan, a la vez que
reaccionamos con “caritas tristes o enfurecidas” a otras que no. Cada uno de las casi dos mil millones de personas que
utilizan el internet de manera recreativa o laboral, con sus acciones, dibujan a diario, el perfil de quienes son o quienes
pretenden ser.

Esa sociedad paralela y virtual, se ha convertido en una sobre determinante en nuestras vidas, que entre ella y la real, ya
no existen diferencias. Para aquel que no tiene roce cotidiano con uno, la única referencia de tu vida y tus opiniones,
provienen de ese relato implícito, en esa psycho-esfera. Tan real como la frívola de carne y piel lo es, que las acciones y
actitudes que allí se expresan, no poseen menos valor que las expuestas en la que hoy referimos, como real.

Ahora bien, ¿por qué hacer énfasis en el escenario tecnológico y su alcance social? Pues resulta que en los recientes
días, ha surgido una ola de videos, posts y memes alarmando nueva vez, sobre el llamado que hiciera New York Times
hace un año, en relación con cómo el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, en unisón con la
línea política migratoria asumida por la Casa Blanca, donde establecía que a los potenciales inmigrantes que aspiraran a
optar por una visa hacia los Estados Unidos, se le estaría recopilando información de las plataformas sociales que estos
utilizan.

En aquel entonces no fijé postura alguna, ya que la entendía como una retórica política post-electoral, que solo servía de
instigación y reafirmación a los votantes que habían elegido al Presidente Trump. Sin embargo, cuando la información
originalmente salió, confieso me sentí ofendido e incluso hasta acosado.

Estoy convencido de que en mi resonó un eco de otras voces que pensaban al igual que yo; pero no di pie a las
emociones. Con el tiempo he comenzado a entender y hasta asimilar que, visto el actual ruido de este tema y nuestro
alcance en lo relativo a los temas de la diáspora dominicana en los Estados Unidos, con los que me siento responsable
de exponerles temas de su interés, entendí la necesidad de fijar postura definida al respecto, en un tema de tan vital
relevancia.

La medida aunque pueda ser validada por el muy folclóricamente bautizado entre los hispanos, “CUCO”, en este
aspecto, el del terrorismo, es evidente que es el resultado los ecos políticos que proyectan al inmigrante como la causa
de las dificultades financieras, falta de seguridad y la reducción en bienestar que los ciudadanos de la nación americana
dicen sentir. Parte de lo argumentado que ayudó al Presidente Trump a ganar las elecciones, donde el inmigrante
además de ser el síntoma, también es la enfermedad.

Pero antes de ser implementada esta medida, la misma debe agotar un proceso ejecutivo y para ello, el pasado abril se
presentó al público mediante la página electrónica del “Registro Federal”, los documentos de la propuesta anexos a una
especie de encuesta electrónica y para fijar dentro de los subsiguientes sesenta días la valoración del público.

En la divulgación de sus páginas se entendió claramente que los casi 15 millones de extranjeros que solicitan visas para
ingresar a la nación americana cada año ahora tendrían que incluir en sus solicitudes, sus nombres de usuario de redes
sociales, direcciones de correos electrónicos y números de teléfono que haya tenido en el pasado.

Anteriormente, esto solo era necesario cuando se requería un escrutinio adicional, como al que se someten a aquellos
que han viajado a países controlados por organizaciones terroristas o sospechosos de terrorismo y otros elementos
considerados letales para esta nación. Las nuevas reglas además se aplicarían a prácticamente todos los solicitantes de
visas para inmigrantes y no inmigrante, incluidos aquellos que desean venir a los Estados Unidos ya sean por negocios o
educación, según el documento.

Al parecer, la disposición aún continúa en revisión; sin embargo, insinuaciones de su espíritu se han estado sugiriendo a los
aplicantes. De ser impuesta según ha sido presentada, además de los historiales señalados, los solicitantes de visa
tendrán que disponer de hasta cinco años de información de su uso electrónico, estado de deportación, viajes
internacionales o si algún miembro de la familia ha participado en actividades de terrorismo.

Pensaríamos que esto muy bien va en contra de los derechos innatos del ser humano, fijados en la Primera Enmienda de
la Constitución de los Estado Unidos. Y aunque el derecho a la libre expresión debe además velar por la privacidad de
cada uno, publicar en un medio, sea este cual sea, te hace responsable de ese mensaje que emites y podríamos significar
que sería casi igual a una publicación impresa. Todo lo que dices o la manera en la que acciones o demuestren como
piensas, queda marcado de manera indeleble con un registro numérico. En el mundo de los adultos las palabras y las
acciones conllevan a consecuencias.

Así como los derechos y libertades individuales terminan donde comienzan las del prójimo,
así de igual culminan los marcos de la privacidad individual donde inician las del orden público.

Además, cada país tiene derecho a determinar sus condiciones migratorias. Esa es una dualidad que a veces los
dominicanos queremos evitar. Si tomamos de referencia que sobre República Dominicana y su realidad haitiana algunos
queremos tener un punto de vista fijo, expresado en playas extranjeras, mientras que aquí en Estado Unidos, queremos
tener otra totalmente contradictoria.

No es que estoy aligerando mi postura como un latinoamericano en una diáspora pujante y laboriosa que ha sido
beneficiado por los amparos y hospitalidad de esta nación. Es que luego de estar aquí los miembros de las diferentes
diásporas latinoamericanas que vivimos en los Estados Unidos asumimos el comportamiento de la estructura social que
rige este país norteamericano.

La amabilidad, cooperación, compasión y la libre expresión siempre podrán coexistir de manera conjunta y
complementaria, dentro de una sociedad participativa y productiva y, sobre todo, bajo el manto de la ley. Por ello es
necesario transferir el mensaje a los que quieren llegar a vivir en una sociedad, dicho por muchos, como la referencia
viva de la democracia en el mundo, que tienen que entender y aceptar que su comportamiento debe ir acorde con las
leyes que este país otorga, así como aceptar también las limitaciones que presenta. Porque la libertad de una persona
termina donde comienza la del otro, sea con un Like o una carita enfurecida, fruto del desarrollo tecnológico del
presente siglo.

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Rodolfo R. Pou
Arquitecto. Empresario dominicano en el exterior

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