Opinión, Política

Antonio A. Herrera-Vaillant: Balance de veinte años

Llegando la navidad y un nuevo año la nación venezolana está sumida en incertidumbres, amarguras y depresión colectiva. Hace 20 años muchos celebraban. Por Antonio A. Herrera-Vaillant Unos por comisión y otros por abstención entregaron el país a un exiguo grupo de felones militares y civiles cuya ruindad moral y rapacidad material ha quedado en evidencia […]

Por Allan Brito
Antonio A. Herrera-Vaillant: Balance de veinte años
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Llegando la navidad y un nuevo año la nación venezolana está sumida en incertidumbres, amarguras y depresión colectiva. Hace 20 años muchos celebraban.

Por Antonio A. Herrera-Vaillant

Unos por comisión y otros por abstención entregaron el país a un exiguo grupo de felones militares y civiles cuya ruindad moral y rapacidad material ha quedado en evidencia a lo largo de todos estos años. Las pistoladas se pagan con plata, con prestigio, o con las dos; y Venezuela entera hoy paga ambas – y con creces.

El estrepitoso fracaso de dos décadas perdidas está a la vista del mundo: cacarearon “dignidad” y produjeron mendicidad y degradación. Alardearon “soberanía” y terminaron en sumisión y dependencia. Proclamaron “revolución bonita” y resultó estafa cruel, corrompida y nauseabunda. Prometieron un país “de todos” y se lo apropiaron enchufados. Exigían “respeto” pero obtienen repulsión y desprecio universal.

Se perdió toda esa cosecha llamada “revolucionaria”: Venezuela es hoy un país con pocas esperanzas, arruinado, sin liderazgo, regido por maleantes sin ética ni base intelectual, manipulados por presuntos “aliados” que los utilizan y desdeñan.

Lo que algunos consideran inexpugnable es solo un gigante con pies de barro, una entelequia política dedicada exclusivamente al pillaje y la rapiña, con un “apoyo” mercenario derivado de la trampa, el engaño, el miedo y la miseria humana.

El régimen se sostiene en una permanente huida hacia adelante, a punta de bayonetas, delaciones y complicidades delictivas. A cada paso deja claro que a un sistema sostenido con pura fuerza bruta solo lo puede remover con una fuerza mayor o similar, que equilibre el tablero de poder.

Pero su principal sustento es también su talón de Aquiles: la compra de apoyos. El final vendrá por la ínfima calidad humana de los propios personeros de un régimen sin honor: no hay lealtad entre mercenarios.

Viene ya el encerramiento de todas las opciones materiales para un sistema cuya piedra angular es mezcla de corruptelas y subsidios. Tristemente pagarán justos con pecadores, pero se avecina una parálisis económica total, potenciada por la incompetencia y codicia de los depredadores. Ya se inicia la rebatiña de mercenarios por residuos. Luego vendrán las traiciones.

Veinte años es demasiado en una existencia individual, pero en la historia de un país no es nada. Lo único que dejará el estéril, intempestivo y descabellado “proceso” concebido como torcido árbol de tres obsoletas raíces será un escarmiento para evitar por siempre jamás. Que la reconstrucción resulte vertiginosa: es nuestro mayor deseo para 2019.

[email protected]

Otros artículos de este autor:

Antonio A. Herrera-Vaillant: Enredo semántico

Antonio A. Herrera-Vaillant: Llegó la carraplana

Antonio A. Herrera-Vaillant: Entre perros y bueyes

Relacionados