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Sigmund Freud se consideró judío por el preconcepto anti-semita en Alemania

Sigmund Freud fue el hombre que supo ver a través de la naturaleza de los sueños y desenterrar las cosas que guardamos bajo llave en la cárcel del subconsciente. Por Redacción MiamiDiario. El gran hombre era judío y eso fue un problema que marcó su vida, ya fuera por las migraciones que tuvo que llevar […]

Por Allan Brito
Sigmund Freud se consideró judío por el preconcepto anti-semita en Alemania
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Sigmund Freud fue el hombre que supo ver a través de la naturaleza de los sueños y desenterrar las cosas que guardamos bajo llave en la cárcel del subconsciente.

Por Redacción MiamiDiario.

El gran hombre era judío y eso fue un problema que marcó su vida, ya fuera por las migraciones que tuvo que llevar a cabo, como por la discriminación a la que se enfrentó más de una vez.

«Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto anti-semita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío» dijo en su momento, reportó Israel Internacional.

A Freud le debemos teorías tan interesantes como la interpretación de sueños, la represión de traumas infantiles en el subconsciente y los posteriores trastornos, el Complejo de Edipo y demás conceptos psicológicos que en la actualidad utilizamos en el hablar cotidiano.

En una entrevista concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 en la casa de Sigmund Freud en los Alpes suizos, comentó por que se rehúsa a admitir que el destino le reserva algo especial.
¿Por qué (dice calmadamente), debería yo esperar un tratamiento especial? La vejez, con sus arrugas, llega para todos. Yo no me revelo contra el orden universal. Finalmente, después de setenta años, tuve lo bastante para comer. Aprecié muchas cosas -en compañía de mi mujer, mis hijos- el calor del sol. Observé las plantas que crecen en primavera. De vez en cuando tuve una mano amiga para apretar. En otra ocasión encontré un ser humano que casi me comprendió. ¿Qué más puedo querer?.

Su obra prima influye en la literatura de cada país. Los hombres miran la vida y a sí mismos con otros ojos, por causa de este señor. Recientemente, en el septuagésimo aniversario, el mundo se unió para homenajearlo, con excepción de su propia universidad.
Si la Universidad de Viena me demostrase reconocimiento, me sentiría incómodo. No hay razón en aceptarme a mí o a mi obra porque tengo setenta años. Yo no atribuyo importancia insensata a los decimales. La fama llega cuando morimos y, francamente, lo que ven después no me interesa. No aspiro a la gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

¿No significa nada el hecho de que su nombre va a perdurar?
Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nada sea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos. Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho. La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que había adquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. El trabajo es mi fortuna.

¿Usted cree en la persistencia de la personalidad después de la muerte, de la forma que sea?
No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué debería el hombre constituir una excepción? Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístas detrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo de retornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre la misma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar la expresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestra carnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? No habría vínculo entre entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoy perfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento de vivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie de compromisos, una lucha interminable entre el ego y su ambiente. El deseo de prolongar la vida excesivamente me parece absurdo.

¿El Señor Freud está practicando mucho psicoanálisis?
Ciertamente. En este momento estoy trabajando en un caso muy difícil, intentando desatar conflictos psíquicos de un interesante paciente nuevo. Mi hija también es psicoanalista como usted puede ver….

(En ese momento apareció Miss Anna Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años de facciones inconfundiblemente anglosajonas)

¿Usted ya se analizó a sí mismo?
Ciertamente. El psicoanalista debe constantemente analizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamos más capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como un chivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecados sobre él. Él debe practicar su arte a la perfección para liberarse de los fardos cargados sobre él

Mi impresión es de que el psicoanálisis despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridad cristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nos pueda hacer comprender. “Tout comprendre c’est tou pardonner”.
Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo la severidad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonar todo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, pero también lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe ser eliminado. La tolerancia con el mal no es de manera algún corolario del conocimiento.

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