La muerte producto de las torturas del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, trae de nuevo a la palestra el uso de este recurso, condenado en el ámbito global, como política de estado por el régimen venezolano.
Por Redacción MiamiDiario
De acuerdo a un reportaje de la periodista venezolana Sebastiana Barraez para Infobae durante 2018, pero con mayor énfasis en lo que va del 2019, en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) se fue imponiendo una estructura para liquidar, por vía física pero sobre todo psicológica, a quienes caen detenidos por sospechas de conspiración. “No son cubanos, son militares y policías venezolanos quienes lo hacen”, apunta Barráez en su trabajo.
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Tríada siniestra
Como hombre de confianza de Nicolás Maduro, el mayor general (Ej) Iván Hernández Dala, Jefe de la DGCIM y de la Guardia de Honor Presidenciales ha tenido una acelerada y ascendente carrera en la Fuerza Armada.
Uno de los hombres claves en ese triángulo de terror en que se han convertido los sótanos de la DGCIM, es el mayor (GNB) Alexander Enrique Granko Arteaga, jefe de la Unidad de Asuntos Especiales.
“El otro factor en ese entramado de tortura lo constituyen los tribunales militares y la Corte Marcial”. apunta el reportaje de Infobae.
Cita como ejemplo lo que ha venido sucediendo con la juez del Tribunal primero de control My (Ej) Claudia Carolina Pérez Benavides de Mogollón. “Ella no solo es que hace caso omiso cada vez que un militar detenido ha sido presentado con evidentes signos de tortura, “sino que además ha sido determinante para desarrollar maniobras que les impida a los detenidos presentarse con su abogado privado”.
Sostiene la periodista venezolana que la juez a través de subterfugios hace que los imputados sean asistidos por defensores públicos militares que por supuesto nunca los defienden, porque obedecen a sus jefes superiores.
El otro elemento es un grupo de médicos forenses del Hospital de El Llanito, quienes firman las certificaciones sobre de salud de los detenidos. “Ellos omiten las marcas, moretones, golpes, heridas y cicatrices recientes de los militares presos”, apunta el reportaje de Infobae.
Tiángulo perverso
Para Barráez el triángulo perverso de poder, de tortura y de muerte, está integrado por la DGCIM con sus esbirros, que allanan, torturan y montan expedientes con pruebas inventadas; la justicia militar con jueces, fiscales y defensores públicos y, finalmente, los carceleros, entre los que también hay que incluir algunas ONGs para quienes los detenidos no son más que una estadística.
Procesos arbitrarios
La periodista venezolana relata en su reporte que según denunció su abogado Alonso Medina, en el caso del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo pasaron días antes de ser presentado al Tribunal, a donde llegó brutalmente golpeado.
“El oficial casi no podía hablar. Lo llevaron en silla de ruedas y con signos evidentes de tortura según los testigos en el tribunal. El juez lo envió al hospital, pero fue demasiado tarde y murió”.
La legislación venezolana establece que cuando se hace un procedimiento debe notificarse a la Fiscalía en las primeras 8 horas y presentarlo ante el Tribunal en las primeras 48 horas.
Pero esos procesos están viciados. “Lo están desde que arranca el allanamiento y la detención”, puntualiza la periodista.
No los presentan en el lapso de 8 horas, no notifican al Fiscal y menos al Tribunal, “porque los torturan hasta que obtienen de ellos la información que quieren o la que los obligan a grabar y firmar. En todo ese tiempo el militar permanece detenido y violándole el debido proceso”.
El “procedimiento” real
De acuerdo a los testimonios que ha recogido Sebastiana Bárraez una vez que el detenido llega a la DGCIM le ordenan sentarse en el sótano 3 de investigaciones, donde hay un mostrador en el que lo obligan a quitarse todo lo que cargue encima de prendas, documentos, etc. Luego le ponen a llenar a mano el formulario con el inventario.
“Dependiendo del caso el detenido va a tortura. Y ahí viene otra etapa: entorchan al detenido, es decir es decir le colocan papel periódico o de bolsas, alrededor de los ojos y cinta pegante, lo tienen esposado hasta que llega el teniente de navío Abel Anzola y el capitán Jesús Gerardo Cárdenas, entrenados en la tortura física (…) Mientras el torturado grita, el Coronel Hannover Esteban Guerrero está oyéndolos desde su oficina en el sótano tres”.
Hay más de 160 militares detenidos por razones políticas, los imputan de Traición a la Patria porque es el que acarrea más años de presidio.
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