Opinión

Alfonso M. Becker: El “Brexit” es toda una obra de teatro

Decía William Shakespeare que el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos… Es cierto señor Shakespeare, pero en la Unión Europea que usted nunca llegó a conocer, siempre gana la banca” Por Alfonso M. Becker De entre el catálogo de falsedades y burlas manipuladoras que permiten sugerencias o ideas apoteósicas […]

Por Allan Brito
Alfonso M. Becker: El “Brexit” es toda una obra de teatro
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Decía William Shakespeare que el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos… Es cierto señor Shakespeare, pero en la Unión Europea que usted nunca llegó a conocer, siempre gana la banca”

Por Alfonso M. Becker

De entre el catálogo de falsedades y burlas manipuladoras que permiten sugerencias o ideas apoteósicas para inventar mentiras políticas, la cultura británica dispone de dos relaciones perfectamente ordenadas:

La primera y la más importante —quizás— es la de Robert Harley, Primer Conde de Oxford y gran amigo de auténticos genios de la literatura y del periodismo como fueron Daniel Defoe, Jonathan Swift y una genial mujer como Delarivier Manley; todos buenos novelistas y oradores, pero Robert Harley  los utilizó especialmente como panfletistas políticos contra sus opositores en el Parlamento.

Ese arte creativo en el siglo XVIII era como disponer ahora, a tu gusto, de todos los medios de difusión de masas, todos a tu favor y defendiéndote, para gobernar a “esa turba embrutecida que se ha empeñado en llamarse pueblo”.

Pueden imaginarse los lectores a un Primer Conde de Oxford, speaker en la Cámara de los Comunes, fulminando con sus discursos a todo el que se creyera muy listo y le vacilara en la House of Commons… Esta primera relación de artimañas, artilugios y  herramientas políticas para utilizar hábilmente un ardid manipulador tiene un extraordinario parecido sociológico con las tesis de Hannah Arendt.

Si yo tuviera que “entretener” y atormentar durante dos años a los británicos y a todos los ciudadanos de la Unión Europea con un futuro amenazante, sin lugar a dudas, amenazaría con un “Brexit” utilizando todo el arsenal mediático y representando una tragedia al estilo del Bardo de Avon.

Una obra de teatro agotadora y de apariencia interminable como las de William Shakespeare. Algo de lo que todo el mundo hablara y se difundiera hasta en el último rincón del planeta; sin descanso ni para coger aire, durante años,  a la espera de un desencadenante dramático que conduzca al epílogo y al apoteósico acto final.

La segunda relación no es menos ingeniosa, pero el despliegue de mentiras no debe hacerse con tanto derroche de medios como este “Brexit”; nada de negociaciones interminables ni advertencias amenazantes, nada de titulares cada semana con fuegos de artificio y nada de guerra dialéctica con los corruptos de Bruselas.

Mientras que con la primera relación estratégica, Robert Harley, asombra y estremece con fuegos artificiales de todos los colores y morfologías, la segunda sugiere la suelta indiscriminada e imprevisible de rumores, a modo de entrañables palomas, que deben extenderse entre los periodistas ,como si de exclusivas periodísticas se tratase.

Solo que esta usina de rumores tendenciosos es preciso que sea edulcorada con una retahíla de mentiras apocalípticas variopintas e intermitentes. No se debe exagerar asegurando que el fin del mundo es la semana que viene pero sí es conveniente alarmar a la plebe con falta de abastecimiento de todo tipo de alimentos básicos si la turba quiere abandonar la Unión Europea.

Si los expertos en pseudología observaran el poco efecto convincente difundido en sordina y con cierta discreción para no provocar alarma social, debe entenderse que —llegado este punto— los actores aliados como Vladímir Putin, Donald Trump o Boris Johnson, podrían echar una mano ordenando a sus laboratorios de ideas absurdas desplegar susurros sobre envenenamientos de opositores, escasez absoluta de todo tipo de medicamentos para enfermedades crónicas, o una plaga de cucarachas que arrasaría con las reservas estratégicas de comida del Reino Unido.

Entiéndase que es preciso difundirlas en sordina y con mucha discreción, para que la prensa del sistema crea o suponga que ha descubierto un secreto a voces y que tiene en sus manos la portada del siglo. Nadie mejor que ellos para difundir las grandes mentiras gubernamentales.

Una ordinaria y vulgar pelea de vecinos no es conveniente si se quiere cohesionar a la chusma europea. No es propio de la elegancia inglesa. Si recuerdan aquellos días en que David Cameron se prestó a ser la figura de un ingenuo gilipollas que montó un referéndum para demostrar lo indemostrable y lo perdió, deberían haber sido cautos como lo son en Capitol Hill, antes de creer al pie de la letra que el señor Cameron era idiota irrecuperable.

Aunque no siempre es bueno que haya un tonto a quien culpar, es conveniente que un caballero de los Comunes se preste a interpretar ese papel, y desaparecer luego por el foro entonando un mea culpa y sembrando lo que el planeta entero ve como desconcierto político de idiotas imperialistas pasados de moda. Demos gracia, pues, a David Cameron.

El pueblo disfruta enormemente cuando algunos brillantes intelectuales señala de entre ese multicultural y posmoderno establishment a landronzuelos mezquinos, fornicadores impenitentes, mujerzuelas sexualmente hiperactivas, acosadores amorosos de homosexuales y ujieres transgénero con minifalda… Son actores, y por tanto humanos.

Pero no se debe exagerar diciendo que Jeremy Corbyn, líder de La Muy Leal Oposición de Su Majestad en el Reino Unido, es homosexual de nacimiento y su esposa una agresiva lesbiana de #MeToo, aunque el antisemitismo de ambos haya provocado la náusea en Israel y Estados Unidos.

Como he dicho muchas veces, solo a un suicida se le puede ocurrir salir de un club económico que puede convertirse en la primera economía mundial y provocar comentarios tan “emergentes” y grandilocuentes como se hacen ahora sobre China, respecto a su tremendo poderío en todas áreas de la existencia humana.

El llamado “Brexit” como entretenimiento de masas no ocurrirá nunca; tuvo su éxito como cortina de humo, hasta que China y sus socios para la ocasión le plantaron cara a Washington, para robarle la propiedad intelectual y la hegemonía. Es en este momento cuando hay que terminar la obra de teatro con un acto final solo propio de héroes.

Y es que el principio de incertidumbre ha calado de lleno en esta suerte de mega-rebaño calderoniano pluricultural. No solo los ingleses han entrado en pánico sino la chusma multi-lingüe de todos los Estados de la Unión. El situacionismo manipulador de Bruselas ha representado en toda Europa el caos y la ruina económica para que Theresa May convoque nuevo referéndum según órdenes del agente “M” de Vaux- hall Cross headquarters.

Tom Tugendhat no solo ha puesto orden y concierto en el Parlamento británico, sino que ha dado la orden de celebrar un melodrama electoral en el que, los días previos a la consulta, se represente a los siete jinetes del apocalipsis metiéndole fuego al Reino Unido, ultrajando a la reina Isabel y asesinando a toda la familia real.

Pero entendiendo que la “mentira desconcertante” podría haber hecho mella en el patriotismo británico, a causa de la turba musulmana y su propaganda mahometana, se sugiere una falsedad intermedia entre la mentira democrática y el bulo totalitario: “sangre, sudor y lágrimas” salpimentados con desabastecimiento, miseria económica y hambruna.

Si los lectores tuvieran el arte de la clarividencia para ver las mentiras que se despachan en la geopolítica, conocerían de primera mano el gran espectáculo falsario que representa Londres, no solo para meter en cintura a su propio rebaño, sino para echar una mano a Bruselas en la noble tarea de cohesionar a los borregos europeos, que ni siquiera hablan la misma lengua.

Para que los desgraciados de la periferia no olviden nunca lo que ocurre si pretendes separarte de Bruselas. Una nube oscura caerá sobre las cabezas de los europeos y la economía será golpeada, hasta que desaparezca el último centavo incluso para las pensiones. Las política presupuestarias solo anuncian el fin y el desorden.

Decía William Shakespeare que el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos. Es cierto señor Shakespeare, pero en la Unión Europea que usted nunca llegó a conocer, siempre gana la banca.

La ingratitud de la chusma votante no conoce límites para su ordinariez. No entienden absolutamente de nada. Ni siquiera saben que la Unión Europea es un sueño y que los sueños, sueños son…



Alfonso M. Becker
Escritor

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