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Trump irrumpe la tranquilidad de los vecinos de Palm Beach

Donald Trump ha decidido abandonar Nueva York y mudarse a Palm Beach sobre todo por motivos fiscales ―es uno de los Estados en el que se pagan menos impuestos de Estados Unidos― aprovechando que desde los ochenta tiene una mansión a pie de playa en la isla de los superricos. Florida, sobre todo el sur, […]

Por Allan Brito
Trump irrumpe la tranquilidad de los vecinos de Palm Beach
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Donald Trump ha decidido abandonar Nueva York y mudarse a Palm Beach sobre todo por motivos fiscales ―es uno de los Estados en el que se pagan menos impuestos de Estados Unidos― aprovechando que desde los ochenta tiene una mansión a pie de playa en la isla de los superricos.

Florida, sobre todo el sur, es además un bastión de Trump, donde ha ganado las dos elecciones. El miércoles pasado fue recibido como un héroe a su llegada a Palm Beach, un condado acomodado a 110 kilómetros de Miami, reportó El Páis.

Centenares de seguidores arroparon el trayecto de la caravana familiar hasta la isla. Mujeres de clase media, moteros con parches del paranoico movimiento ultra QAnon, clase trabajadora blanca que llegó desde otros lugares del Estado: “He manejado casi dos horas para estar aquí y apoyar a mi presidente”, decía Mike Reynolds, 52 años, conductor de camión.

Los fanáticos trumpistas no viven en el lugar más caro de Florida, donde el precio medio de una casa es de siete millones dólares (5,7 millones de euros), el triple que Miami Beach, según la inmobiliaria local Douglas Elliman.

La isla de Palm Beach es además refugio también ilustres demócratas como Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York y enemigo declarado de Trump. Y anda buscando casa el dueño de Amazon, Jeff Bezos, uno de los hombres más ricos del mundo y también adversario del republicano.

La carta a los servicios de Inteligencia

El rechazo de algunos vecinos viene de lejos. En diciembre enviaron una carta conjunta dirigida tanto al condado como a los servicios secretos en la que exponían que el expresidente no puede vivir en la mansión de Mar-a-Lago por razones jurídicas.

En los noventa, el propio magnate cambió las escrituras de su residencia particular privada a club social. “Palm Beach tiene otros muchos encantadores inmuebles, seguro que puede encontrar alguno que satisfaga sus necesidades”, cierra la carta, impulsada por los abogados de los vecinos de los Trump, los DeMoss, una rica familia de filántropos evangelistas.

Su siguiente movimiento fue convertir el inmueble en un club privado con canchas de tenis, balneario, más de 100 habitaciones y una cuota de inscripción para socios que ahora es de 200.000 dólares. Los patricios anglosajones de Palm Beach temieron una invasión de nuevos ricos y presionaron al condado. Esta vez sin suerte.

Trump siguió exasperando a sus vecinos al levantar una bandera de Estados Unidos de 24 metros de alto en el jardín, que infringía las normativas de altura, pero sobre todo el gusto discreto de sus vecinos.

La tensión fue en aumento al convertirse en presidente. Sus continuos viajes a la que llamó “la Casa Blanca del sur” colapsaban el tráfico varias manzanas a la redonda, con cortes de calles, playas y aglomeraciones de curiosos, fanáticos y periodistas.

Justo lo que volvió a suceder este miércoles tras su llegada a la que ahora será su casa. Desde el martes por la noche las inmediaciones de la mansión estaban tomadas por la policía, con helicópteros sobrevolando la zona y cortes de tráfico que el miércoles llegaban al puente que une la isla con tierra firme. “Es muy incómodo porque no puedes caminar ni ir a la playa. Además, yo ni siquiera puedo casi salir de casa porque no soy de aquí”, explicaba CK Magalli, de 22 años, una estudiante de psicología de origen filipino.

La penúltima polémica de la casa de Mar-a-Lago llegó en Nochevieja. El salón de baile de la mansión, decorado al estilo Luis XIV, albergó una fiesta para más de 500 invitados a 1.000 dólares por persona.

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