Eugenio Rolando Martínez, uno de los cinco hombres cuyo arresto mientras robaban en el complejo Watergate en Washington finalmente condujo a la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974, murió el sábado rodeado de su familia en la casa de su hija en Minneola, en el centro de la Florida. Tenía 98 años.
Martínez, agente bajo contrato de la CIA que dirigió cientos de misiones encubiertas desde Miami a su tierra natal, fue uno de los cuatro exiliados cubanos de Miami reclutados por los principales asesores de Nixon para entrar ilegalmente en la sede del Comité Nacional Demócrata en el complejo de Watergate en mayo y junio de 1972, junto con un coordinador de seguridad de la campaña de reelección de Nixon, el Nuevo Herald.
Se les dijo que interceptaran teléfonos y buscaran conexiones financieras entre el dictador cubano Fidel Castro y George McGovern, el oponente de Nixon en su candidatura a la reelección.
Mientras estaba en el edificio de oficinas de Watergate el 17 de junio, los hombres fueron descubiertos por un guardia de seguridad, quien que llamó a la policía después de darse cuenta de una cinta adhesiva mal colocada sobre los pestillos de las puertas.
Sus arrestos —fueron capturados con película, dinero en efectivo, guantes, ganzúas y una radio— llevaron una serie de investigaciones que finalmente sacaron a Nixon del poder, quien renunció en lugar de enfrentarse a un juicio político, y fue perdonado por su sucesor, el presidente Gerald Ford.
Los cinco ladrones, llamados plomeros, fueron declarados culpables en el plan, al igual que dos de los asistentes de Nixon, E. Howard Hunt y G. Gordon Liddy. Martínez, quizás el más misterioso de los plomeros de Watergate, cumplió 15 meses en prisión.
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