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Los peligros ocultos del Botox: ¿Podría afectar tu cerebro a largo plazo?

Un tratamiento estético capaz de cambiar la forma de percibir las emociones.

Por Allan Brito
Los peligros ocultos del Botox: ¿Podría afectar tu cerebro a largo plazo?
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El botox se ha convertido en el rey de los tratamientos estéticos. Mujeres y hombres acuden a esta “mágica” inyección para librarse de las arrugas y líneas de expresión, buscando siempre lucir un rostro joven.

Su alta demanda, además de la facilidad en la aplicación de esta toxina, ha hecho que muchos centros especializados ofrezcan este servicio.

Al inyectarse una ampolla de botox, se espera que modifique las expresiones faciales de forma ligera o considerable, según lo que quiera lograr la persona que recibe el tratamiento. Sin embargo, no siempre consideran los posibles efectos a mediano y largo plazo que estas sustancias pueden causar.

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Ahora, la ciencia descubrió que el botox no solamente afecta la apariencia del rostro. También pueden tener un efecto en el cerebro humano. Un estudio reciente reveló, que el uso de esta toxina puede cambiar la forma en que el principal órgano del cuerpo entiende y procesa las emociones.

Los efectos del bótox duran 4 meses aproximadamente. Foto: Referencial

¿Cómo afecta el bótox al cerebro?

Las infiltraciones de la toxina en la frente para borrar las arrugas del entrecejo pueden influir en cómo procesamos las emociones, según un nuevo estudio.

La investigación fue llevada a cabo por científicos de la Universidad de California, Irvine. Ellos sugieren que cuando una persona nota una expresión de felicidad o enojo en otra persona, flexiona los músculos para simular su expresión.

Se trata de gestos inconscientes, que cuando suceden se envían señales al cerebro que ayudan a interpretar esas emociones.

El bótox modifica considerablemente las expresiones faciales. Foto: Clinica Clemente

El estudio indica que la interrupción de retroalimentación muscular inducida por el bótox, cambia la capacidad de las personas para comprender la expresión de las emociones.

En la investigación participó un grupo de 10 mujeres entre 33 y 40 años. Inicialmente, les inyectaron bótox en la frente para inducir parálisis temporal en el músculo responsable de fruncir el ceño. Luego midieron su actividad cerebral al observar imágenes de rostros emocionales.

La respuesta en la amígdala, centro del cerebro responsable del procesamiento emocional, mostró cambios al ver caras felices y enojadas, después de las inyecciones de bótox.

Los resultados obtenidos determinaron que al eliminar la posibilidad de fruncir el ceño con el bótox, también se impide la forma en que el cerebro procesa las caras y emociones.

Los científicos reconocen que se trata de una pequeña muestra y que el trabajo tiene otras limitaciones. Sin embargo, los autores destacaron que estos resultados alimentan a una literatura que sugiere que la inhibición de la contracción del músculo situado entre las dos cejas, modifica la actividad neuronal para procesar las emociones.

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