Opinión

Cristian Kuklis: La Verdad

Como ser humano tengo la necesidad de entender mi realidad, las cosas que suceden a mi alrededor, me cuentan o veo por los medios. Cuando logro distancia de mis propios pensamientos inmediatos, reconozco que esa necesidad de entender  trasciende la importancia de que mi entendimiento se acerque a la verdad. Por Cristian Kuklis Es más poderosa […]

Por Allan Brito
Cristian Kuklis: La Verdad
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Como ser humano tengo la necesidad de entender mi realidad, las cosas que suceden a mi alrededor, me cuentan o veo por los medios. Cuando logro distancia de mis propios pensamientos inmediatos, reconozco que esa necesidad de entender  trasciende la importancia de que mi entendimiento se acerque a la verdad.

Por Cristian Kuklis

Es más poderosa la necesidad de tipificar, segmentar, definir que la propia verdad. Se busca una verdad como solución a un problema y no LA VERDAD. Esto sucede, a mi y a todos, interpreto, como lógica para aceptar mejor la incertidumbre que implica realmente admitir que muchos aspectos de nuestra vida nos trascienden, no podemos explicarlos con certeza.

Sin ponernos a filosofar sobre la vida, la muerte, la religión y el big bang, hoy pienso como han destruido (por suerte) los viajes que he realizado, a todos mis preconceptos; los que me inventé solito y los que transmitieron la familia, la educación formal, los amigos, los medios o el miedo.

He viajado por casi 40 países. Y en particular Japón ha sido una enseñanza clave para mi destrucción de “verdades” aprendidas a fuego desde niño.

En Japón, quien limpia la vereda de su negocio, si ve que hace falta, lo hace con toda la cuadra también, porque allí el esfuerzo adicional no asusta. Cuando comen sopa se ocupan de hacer mucho ruido al sorber para homenajear al cocinero; si no lo haces estás mostrando desprecio a quién te sirvió. Las mujeres les abren la puerta a los hombres, a los ancianos no se les suele dejar el asiento en el tren, cuando lo intenté generé sorpresa e incomodidad.

La propina se considera innecesaria, te devuelven hasta un mínimo centavo, dar un servicio de calidad se considera algo absolutamente lógico que no debe ser compensado como algo extra.

No muestran sus sentimientos, no expresan enojo ni excesiva felicidad. No van al psicólogo, ni acostumbran comer carne. Aman los pescados aunque deban cuidarse de quitar las partes con veneno mortal, no ven los Simpsons y salen a la calle con tapaboca casi siempre.

Estos son algunos ejemplos que me acuerdo ahora, sin un orden, sin una ponderación. Son mucho más, son miles. Todo parece al revés. O todo está al derecho.

Cuando el prisma por donde ves el mundo te presenta imágenes tan distorsionadas a lo que conoces, a lo que te enseñaron que se debe hacer, a la verdad que aprendiste, te sientes acorralado frente a dos caminos.

El primero, el más fácil, es observar desde tu zona de confort y creer que estás en otro planeta, que están locos, que son raros y espantarse y/o divertirse como si fuera una película que terminará.

La otra opción es comprender y valorar las diferentes cosmogonías. Somos iguales pero somos distintos, tan
distintos como nuestros límites nos lo permiten en nuestra evidente igualdad. Y no hay verdades, no hay definiciones del bien y el mal, no hay acciones correctas.

Hay percepciones, hay repeticiones históricas marcadas por la historia pero que se deshacen sin más cuando viajas y conocas otras formas, otras maneras de vivir y te permites aceptarlas y reirte de esa idea de LA VERDAD. La única verdad es que no hay una verdad y eso es lo mejor que nos pudo haber pasado.

Cristian Kuklis
Director Centras RH
www.centrasrh.com.ar

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