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Djokovic se instaló en semis del Masters tras superar a Rublev

El serbio ha ejercido de verdugo del tenista ruso por 6-4 y 6-1, en 67 minutos

Por Allan Brito
Djokovic se instaló en semis del Masters tras superar a Rublev
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El serbio Novak Djokovic, a sus 35 años, convive mejor que nadie entre la nueva generación de tenistas.

Djokovic después de ganar consecutivamente en Wimbledon, Tel Aviv y Astana, además de jugar la final del Masters 1000 de París-Bercy, se ha clasificado este miércoles por undécima vez para las semifinales de las ATP Finals.

Cabe recordar que es su decimoquinta participación por lo que sólo ha faltado en cuadro ediciones entre los cuatro mejores.

Djokovic ha ejercido de verdugo de Andrey Rublev por 6-4 y 6-1, en 67 minutos. El balcánico aspira a lograr un sexto entorchado que le iguale a Roger Federer en lo más alto del palmarés de la cita de maestros.

Segunda victoria de Djokovic

Rublev plantó cara a Djokovic en cada juego, estuvo sólido con su servicio, mostró carácter durante esos 40 minutos iniciales, pero al otro lado se encontró la perfección. Imposible meter el colmillo ante un hombre que ganó todos los puntos que jugó con su primer saque (17/17), con unos porcentajes altísimos desde el fondo y cero fisuras en bolas de break. De hecho, solamente hubo una oportunidad de quiebre en todo el parcial, la que descuidó el ruso en el último punto, donde Novak conectó un revés paralelo antológico para empezar a escribir su historia.

Andrey, que ya venía de un laberinto ante Medvedev hace dos días, pagó su frustración destrozando su raqueta y huyendo a vestuarios para rebajar el incendio que se le había generado en su cabeza. Djokovic, sabedor del valor que tenía aquel desenlace, sonreía a su box y dedicaba su tiempo a meditar en el banquillo. La igualdad de la contienda se había esfumado en una sola toma, aunque a los grandes campeones les sirve con un detalle para adueñarse del escenario. Por si acaso, lo mejor era esperar al inicio de la segunda manga para ver si había noticias.

El tenista de Moscú regresó de vestuarios con la obligación de recuperar cuanto antes la concentración, olvidar ese resbalón y hacerle ver a Novak que ya no era ese jugador que entrega partidos por falta de madurez y autocontrol. Pero allí estaba el serbio para volver a ponerle una trampa en el camino y revelar la verdad. Dos juegos, no hizo falta más. Otra vez el balcánico apretó el acelerador y echó por tierra cualquier signo de recuperación de su oponente. No es que fuera tampoco un monólogo del serbio, para monólogo ya estaba el de Rublev, recriminándose continuamente cada gesto y a punto de fulminar al más cercano con su mirada. Estaba K.O.

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