Opinión, Política

Un Día Nacional de Acción de Gracias en una Cuba libre

Cada cuarto jueves del mes de noviembre en los EE UU, se celebra un día nacional para dar gracias a Dios. Este ejercicio colectivo antecede incluso la formalización del país estadounidense como nación. Por Julio M. Shiling Los colonizadores calvinistas que llegaron en busca, no de oro material, sino de libertad plena de culto, establecieron en […]

Por Allan Brito
Un Día Nacional de Acción de Gracias en una Cuba libre
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Cada cuarto jueves del mes de noviembre en los EE UU, se celebra un día nacional para dar gracias a Dios. Este ejercicio colectivo antecede incluso la formalización del país estadounidense como nación.

Por Julio M. Shiling

Los colonizadores calvinistas que llegaron en busca, no de oro material, sino de libertad plena de culto, establecieron en comunidad, una festividad regular para rendirle gratitud al Creador.

La habitud nacional, sin embargo, se concretó en los campos de batalla propiamente, primero en la Guerra Revolucionaria Estadounidense (1774-1783) y luego en la Guerra Civil de los EE UU (1861-1865) donde George Washington y Abraham Lincoln enraizaron respectivamente la costumbre.

La relevancia extraordinaria que tiene constituir un espacio público para darle gracias a Dios, formalizado en un día nacional, es lógico y consecuente con la función exitosa de una sociedad abierta y libre que se propone ejercer el modelo político frágil que es la democracia.

La concomitancia entre un régimen democrático vibrante y una sociedad virtuosa, es un hecho bien establecido. Un pueblo dotado con valores proveniente de una base auténtica de fe religiosa es abono sano para la concientización republicana y la formación de una cultura cívica potente.

El comunismo y el fascismo, monstruosidades en el abstracto ideológico y peor aún en el ejercicio práctico, desterraron lo transcendental y piadoso y en su lugar implantaron religiones políticas forjadas de un inmanentismo material y apocalíptico.

La contracultura fue regularizada para asistir en el control poblacional y unido al accionar del terror oficialista, los efectos sociales como la alienación y la enajenación proliferaron. Estas no son virtudes para fomentar un civismo republicano.

El apego a un orden transcendental y la humildad de reconocer las deficiencias de los humanos, infunde límites saludables a la conducta humana y como son humanos los que gobiernan y humanos los que extienden, por vía del consentimiento democrático, la autorización para gobernar, se puede apreciar la importancia de poseer un esquema de sustento religioso.

Esta noción de conectar la religión y su moralidad con la libertad y virtudes sociales, no fue un invento de los EE UU. Padre Félix Varela entendió claramente esto y coincidió con los fundadores norteamericanos en ese punto. En El Habanero, el que enseñó a pensar a los cubanos nos relató, “La libertad y la religión tienen un mismo origen, y jamás se contraen porque no puede haber contrariedad en su autor”.

Los cubanos que conocen bien su historia pueden entender como ese linaje patriótico y creyente continuó en la república y ha sido un monumento de prosecución en la lucha contra el castrocomunismo.

El grito glorioso de “Viva Cristo Rey”, “Viva Cuba libre” que pronunciaban nuestros héroes antes de recibir las balas cobardes de los asesinos comunistas, es una muestra adicional de la fidelidad y la unión que ha existido y existe en la entrega a Dios y a la patria, por parte de los cubanos luchadores.

Esa comunión estuvo presente desde el principio y aún permanece hasta nuestros días como evidencian las Damas de Blanco y tantos otros más. El reconectar a Cuba entera en ese curso es trabajo necesario en el futuro.

En Cartas a Elpidio, Padre Varela anotó que “… la religión tendrá siempre tanto influjo en la sociedad, que si se desvirtúa, queda el pueblo sin norma…”.

Por eso, en la nueva república, cuando Cuba alcance su libertad, no habrá monumento más digno y más consecuente con nuestra historia, nuestros próceres y mártires, y nuestra necesidad, que un Día Cubano Nacional de Acción de Gracias. ¡Qué así sea!

Julio M. Shiling es politólogo, escritor, conferenciante, comentarista y Director del foro político y la publicación digital, Patria de Martí. Tiene una Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) de Miami, Florida. Es miembro de The American Political Science Association (“La Asociación Norteamericana de Ciencias Políticas”), el International Political Science Association (“La Asociación Internacional de Ciencias Políticas”) y el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio.

Más información en https://patriademarti.com/14-autores/10-julio-m-shiling

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