Opinión

Por Carlos Escaffi Rubio: Perú…cuando el morbo impera

Un hábito e interés malsano se instaló a mediados de los años noventa y hoy tristemente forma parte de idiosincrasia nacional, en términos agregados, por cierto. El límite entre lo público y lo privado se perdió. Por Carlos Escaffi Rubio (*) Hoy predomina el delirio a juzgar indiscriminadamente cuestiones que solo están circunscritas a lo […]

Por Allan Brito
Por Carlos Escaffi Rubio: Perú…cuando el morbo impera
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Un hábito e interés malsano se instaló a mediados de los años noventa y hoy tristemente forma parte de idiosincrasia nacional, en términos agregados, por cierto. El límite entre lo público y lo privado se perdió.

Por Carlos Escaffi Rubio (*)

Hoy predomina el delirio a juzgar indiscriminadamente cuestiones que solo están circunscritas a lo más íntimo de la esfera personal. Y para rematar el tópico que expongo, las grabaciones clandestinas se constituyeron en el plato de fondo de este perturbado hábito, con un nivel de destrucción y pobreza que corroe los cimientos más sensibles de la sociedad peruana, hasta su propia institucionalidad.

Sin embargo, el tema que mayor preocupación debería generar es la mirada social que se tiene al respecto. Y es que tristemente la mirada que permanece constante es la pusilánime en cuanto a la capacidad de discernimiento entre el bien y el mal.

O peor aún, la mirada de la normalización, esa que se ampara señalando que todos lo hacen, que goza, festina y disfruta ultrajando a un tercero, grabándolo a hurtadillas y luego con una insania mental viraliza el contenido alimentando el morbo de miles de personas que juzgarán con una ligereza y levedad de ser.

Nunca está demás señalar, que la nota en comento no pretende sancionar y/o restringir el acceso a la libertad de información y expresión, por el contrario, la única motivación es contribuir a la generación de un espacio en el que se reflexione respecto de lo circunscrito entre el ámbito público y privado.

La reflexión –por más romántica que suene- es crear conciencia al momento de diferenciar el límite existente entre la vida privada y pública.

Entonces, ¿hasta cuándo se estará expectantes por las murmuraciones?, ¿hasta cuándo se juzgará la particular forma de vida que cada ciudadano elija?, ¿será que hasta la actualidad no se logra desprenderse del sello heredado del Virreinato?

Más que sentirse culpables –claro, si alguno lo siente así- hay que apostar por hacerse responsables de lo que existe, por ejemplo, de la proliferación de pasquines, talk show y programas de farándula, que poco a poco fueron encandilando a una sociedad ávida de sensacionalismo y de emisión de las más duras condenas públicas frente a hechos ocurridos dentro del ámbito de la vida privada.

Así las cosas, la apuesta debe ser por el desarrollo de una sociedad libre de complejos, que vive y acepta el presente pensando en el futuro, sin remordimientos, tabúes y recelos trasnochados, una sociedad que no viva recordando el pasado y lamentándose de éste.

La tarea, apostar alguna vez por la responsabilidad y el respeto, tan necesario y carente en estos días y, sobre todo, en esta particular coyuntura a la que ingresa Perú, en donde un Bicentenario triste espera a la vuelta de la esquina.

(*) Gerente general de IMAGINACCION Perú, profesor de la Facultad de Gestión y Alta Dirección de la PUCP

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